martes, 15 de noviembre de 2011

SÓLO PARA CATÓLICOS

Quiero avisar al que lea esto que escribo a título meramente personal, que no soy quien para hacerlo (aunque creo que sí soy quien, porque estoy bautizado) Soy sólo un miembro de la Iglesia que no pretende dar cátedra a nadie. Lo que sigue es una idea, tal vez una intuición mía, y como tal es absolutamente falible.
Nosotros, los cristianos, somos los seguidores de una Persona, Jesucristo, de quien creemos es el Hijo de Dios, la segunda Persona de la Trinidad que se hizo hombre, predicó sobre el amor del Padre, vivió como hombre, sufrió y murió para mostrarnos la medida de ese Amor y finalmente resucitó para también mostrarnos el triunfo final del Amor. Y que la respuesta debida al amor del Padre es el amor por los hermanos. Esa cosa tan simple y maravillosa es lo que pretendieron vivir y predicar los primeros cristianos y así consiguieron una rápida difusión del mensaje “¡Miren cómo se aman!” decían de ellos los paganos, y entonces aceptaban la Fe y se hacían bautizar.
Con el correr de los siglos las comunidades cristianas fueron creciendo y haciendo crecer una estructura, necesaria y al mismo tiempo peligrosa. Y cuando el cristianismo, o mejor dicho la estructura derivada de esa religión tuvo poder temporal, sufrió las tentaciones de la corrupción que supone el poder. Al mismo tiempo, instalado ya el cristianismo en la vida cotidiana, la sociedad vio proliferar devociones, piedades, formulaciones diversas de su doctrina, discusiones sobre planteos dogmáticos, rivalidades, etc. Y lo que es peor, una religiosidad bastardeada que fue haciendo olvidar el núcleo del mensaje de Cristo: el amor a Dios y el amor recíproco.
Pasó el tiempo y gran parte del pueblo fue abandonando esa religión, tal vez esas “prácticas piadosas” ya casi vaciadas de contenido. Sólo quedaron costumbres o si se quiere una “cultura” cristiana. Se bautizaban los niños, las parejas se casaban ante el ministro de la Iglesia, se festejaban las fiestas tradicionales de fin de año, tenuemente relacionadas con la religión cristiana, pero fundamentalmente convertidas en motivo de reunión familiar como el día del cumpleaños.
Lo que actualmente estamos viendo es que esa cultura supuestamente “cristiana” también esta en vías de desaparición. Está siendo reemplazada por otra que poco a poco se va desprendiendo de los lazos que en algún momento la ligaban a la religión. Lo que comenzó siendo seguir y predicar a una PERSONA ocasionalmente hasta el martirio, fue pasando a ser pertenencia a una RELIGIÓN y posteriormente participación de una CULTURA. De ciertas pautas culturales que no comprometen la vida, que no entusiasman ni cambian la vida de nadie.
Acepto que todo esto es esquemático, que felizmente Dios nos sigue mandando santos y profetas que nos recuerdan quienes somos y nos muestran con su vida como debemos ser. Y también creo que esta visión aparentemente pesimista de la historia del cristianismo es, por el contrario el camino que nos señala el Padre. No queremos ni debemos ser sólo una CULTURA. No queremos ni debemos ser sólo una RELIGIÓN. Queremos y debemos ser seguidores de Cristo que intentan vivir y predicar el Amor, seguir el Evangelio, la buena noticia. No tan apegados a escapularios, fórmulas para obtener indulgencias, devociones a santos etc. Y que si nos apegamos a ellos sólo será para ayudarnos a recordar lo esencial: Que “... debemos adorar al Padre en Espíritu y en Verdad. Porque esos son los adoradores que quiere el Padre” (Juan, 4-23)

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