Durante un montón de años (creo que 37) participé con mi Hospital de un estudio sobre malformaciones congénitas llamado ECLAMC (Estudio Colaborativo Latinoamericano de Malformaciones Congénitas) que aún continúa. Yo me jubilé, por lo que el ELACMC quedó sólo como un hermoso y largo montón de recuerdos.
Uno de ellos es el que, a modo de cuentito, relato a continuación.
Había una vez un grupo de gente a la que le gustaba averiguar cosas. Miraban, escuchaban, pensaban y se juntaban con frecuencia para contarse lo que habían aprendido y para después decírselo a todos. En una oportunidad, tres de estas personas quisieron avisar al mundo entero: “Ojo, cuando se encuentre esto, más vale buscar esto otro, porque es posible que esté y nadie se haya dado cuenta”. Eso era un descubrimiento y todos hablan maravillas de los descubridores. Por eso los tres amigos estaban muy ilusionados (cuando la gente supiera lo que habían encontrado, las madres les dirían a sus hijos: “Mirá. nene y aprendé: ¡esas señoras y ese señor son descubridores…!” y los iban a llenar de elogios y les iban a palmear la espalda). La proclama debía llevar las firmas de los tres amigos para que todos los distinguieran de los que no son descubridores. Mientras estaban escribiendo el bando, les pareció que quedaría más lindo si le agregaban algunas frases y pensaron que las podría escribir otro del grupo que se llamaba fulano. Así es que le mandaron una carta atada a la patita de una paloma y se lo pidieron como un favor. Cuando Fulano recibió en su casa la paloma con la cartita se puso muy contento porque sus amigos que vivían lejos se acordaban de él, así que escribió las frases que necesitaban. Y la proclama que se leyó en las plazas de todo el mundo llevó finalmente cuatro firmas. Los tres descubridores, sin avisarle nada al amigo, le habían regalado parte de su gloria.
No digo que siempre suceda así. Tampoco que debiera necesariamente ser así. Pero a veces pasa —sucedió en el ECLAMC— y entonces uno se da cuenta de que es posible, además de muy agradable. Se pidió sin ofrecer. Se dio sin pedir. Se reconoció sin presumir. Es que así funciona la amistad, sin negociaciones ni transacciones. Si los que dieron no lo recuerdan, que sepan que el que recibió no lo olvida.
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