(continuación de "Periodísticas uno")
Lo anterior estuvo referido a la responsabilidad que tenemos los comunicadores en la formación de la llamada “opinión pública”. Pero hay otros efectos derivados de la acción de los que actuamos en los medios de comunicación. Uno nada despreciable es el que tenemos con el idioma, o si se quiere ser algo más específico y directo, en la deformación del idioma. En primer término, cabe mencionar el rebuscado, barroco y pintoresco lenguaje policial. Nuestro personal de seguridad, número obligado de los noticieros televisivos, habla como escribe sus informes. Los “malvivientes” (nunca los ladrones) “extraen de entre sus ropas” (nunca sacan) “armas de grueso calibre” (nunca pistola o revólver) “inician un intercambio de disparos a resultas del cual” (nunca un tiroteo) o “se dan a la fuga” (nunca se rajan) seguidos por “los efectivos policiales” (nunca los policías). Si se lo encuentra al ladrón gritando desaforado ¡la bolsa o la vida!... apuntando con su ametralladora al dueño del negocio, con la mano izquierda metida en la caja, y un gorro pasamontaña encasquetado hasta el cuello, se gana el insultante calificativo de... “el sospechoso”.
De todas maneras, debo confesar que no me resulta molesta esta forma rebuscada de expresarse. Difícilmente llegue a influir en el lenguaje cotidiano del ciudadano medio. Y de todas maneras, nadie les pide que sean un modelo literario. Otra cosa muy distinta sucede con los comunicadores. Su forma de hablar es imitada al pie de la letra por políticos, futbolistas, actrices, bataclanas y encuestados varios. Ya nada está relacionado con nada. Ahora “tiene que ver”. Entonces oímos párrafos de este tipo: “En lo que tiene que ver con las últimas medidas económicas, más allá de la respuesta de los mercados...” Porque el otro latiguillo imprescindible y que hay que usar hasta la náusea es “más allá de”. Si no se mete un “más allá de” en la parrafada, se corre el riesgo de parecer poco menos que un analfabeto. Hay muchas otras cosas que decir de nosotros, los comunicadores y opinadores y de cómo bastardeamos el idioma. Pero hasta yo mismo estoy harto de oírme. En alguna otra oportunidad continuaré hablando de lo que tiene que ver con al gremio, más allá de nuestra natural solidaridad con todo lo que tiene que ver con tan noble profesión.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario