RECIÉN VEO QUE OLVIDÉ PUBLICAR LA CONTINUACIÓN DEL CAPÍTULO SIETE. AQUÍ VA, CON MIS MÁS SENTIDAS DISCULPAS. LEO
EL TEATRO PATORUZITO
La solución para el problema del local fue sugerida por meras razones de cercanía. Cuando ya habíamos descartado todos los lugares lógicos: el vestíbulo, el comedor, el sucucho, algún dormitorio o baño, dijo Julio, sentencioso como de costumbre:
—“Si mal no viene, la podríamos hacer en el gallinero”
Lo genial de la propuesta nos enmudeció, por lo que la aprobación unánime se demoró unos instantes. Ese era parte de mi territorio, el dormitorio de las gallinas se podía adaptar fácilmente quitando la empalizada, su tamaño de 3 por 6 metros aproximadamente nos parecía el más adecuado para conseguir un lleno total para el estreno, dedo que la mitad de esa superficie iba a ser ocupada por el escenario, tenía una sola puerta lo cual facilitaba el control de boletería, etc. etc.
Se eligió para el estreno un domingo de verano después del almuerzo. Eso nos aseguraba el público, ya que el domingo la casa se llenaba de familiares y amigos. El almuerzo era el momento en que podíamos encontrarlos a todos juntos para después, o mejor durante la sobremesa, invitarlos a pasar al gallinero. La obra había sido escrita con los aportes de todos y sin grandes dificultades. Por supuesto había un crimen, alguien que acudía a Charlie Chan, un comisario celoso que quería impedirle intervenir mientras seguía una pista equivocada, una breve escena de acción cuando el culpable, descubierto por el detective chino se resistía al arresto, y un final con algún proverbio oriental que debía inducir al aplauso. La escenografía y los decorados había quedado a cargo de mis hermanas. Ellas habían conseguido crear un ambiente de living con sillones, alguna mesa con lámpara, y una ventana con cortinas, todo pintado en el reverso de afiches viejos de cine.
Todo lo anterior, es decir el costado artístico de la empresa, nos había llevado poco tiempo. Más dificultades se presentaron cuando debimos adaptar el local a su nueva función. Una vez mudadas las gallinas al corral de adelante, hubo que limpiar lo mejor posible el piso de tierra apisonada: alguien sugirió que el olor podía distraer al público y hacerle perder tensión dramática a la obra. No nos animamos a rociarlo con acaroína por miedo a provocar una intoxicación masiva de la colonia avícola y los desodorantes de ambiente no se habían inventado. En aquellos tiempos había menos olores. Otro problema a resolver fue el de la temperatura. El techo del gallinero era de chapas de zinc y estaba aproximadamente a dos metros en su parte más alta. Para agravar la cosa, el paraíso que daba sombra a gran parte del terreno de las gallinas, no lo hacía sobre su dormitorio. La solución elegida fue la única posible: un rato antes de iniciar la función, cubrir todo el techo con bolsas de arpillera empapadas con agua. No era un mal método, sólo que al usarlo se hicieron evidentes en las chapas un considerable número de agujeros, secuela de otros clavos en pretéritos techos (nadie compra chapas para un gallinero sino que deben usarse chapas viejas). El público de la función inaugural —y también de despedida— del teatro Patoruzito, tuvo en consecuencia el privilegio adicional de disfrutar de una refrescante lluvia en medio de una tórrida y luminosa siesta de febrero.
Como no podía ser de otra manera, la función teatral fue un suceso. La clientela de parientes se encaminó con ejemplar obediencia hacia el fondo, donde un teatro limpio y fresco los esperaba. Después de abonar el precio harto acomodado de la entrada pasó al salón, y en las cuatro filas de bancos habilitados siguió con un razonable silencio la intriga policial. El único incidente que, en alguna medida, empañó el éxito total de la empresa, fue que Puchito, una vez perdidas las inhibiciones del comienzo, totalmente compenetrado de su papel de Charlie Chan y de su forma de hablar, al disparar un tiro al asesino equivocó la onomatopeya y gritó ¡PUL! En lugar de ¡PUM! lo cual provocó fuertes risas y aplausos del público. Seguramente con ello buscaron aliviar la fuerte tensión a que los había sometido el drama policial representado.
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