lunes, 21 de septiembre de 2009

NÜREMBERG

Quizá alguien lo recuerde. En el año 1961 se exhibió una película de Stanley Kramer titulada “Juicio en Nüremberg”. En ella Spencer Tracy interpretaba a un juez norteamericano que debía presidir el juicio a magistrados alemanes por su complicidad en la aplicación de las políticas de eugenesia y esterilización del Tercer Reich. Burt Lancaster era el más importante de los jueces acusados y Montgomery Clift un testigo de la fiscalía. Había sido esterilizado por ser débil mental. Un horror. Lo que no queda tan destacado en la película, o por lo menos en la memoria de los espectadores, es uno de los argumentos de la defensa de esos jueces nazis. Este argumento no buscaba tanto justificar esas prácticas, como mostrar las ideas que se manejaban en el mundo “pensante” de la época. Y creo que eso es lo más interesante ya que supera lo anecdótico. Los textos y datos que siguen fueron tomados del libro “Las vacas de Mister Darwin y otros ensayos” de Fernando Lizárraga y Leonardo Salgado (que no soy yo sino un vástago mío al que se le dio por la ciencia).
Como para muestra basta un botón, voy a tirar varios.
William MacBride, biólogo irlandés especialista en invertebrados de la década del ’30 preconizaba una intensiva esterilización de los menos aptos (hablaba de los hombres, no de los invertebrados) porque, si bien creía en las bondades de la selección natural y en la herencia de los caracteres adquiridos, sostenía que los cambios en la especie sucedían con excesiva lentitud. Asimismo sostenía este renombrado biólogo que los nórdicos (como por ejemplo él mismo) por estar expuestos a un clima hostil, habían adquirido las hereditarias virtudes de coraje y la justicia. La raza centroeuropea, por su lado, había desarrollado habilidades artesanales que explicaban su laboriosidad. En el último escalón estaban las razas ibéricas o mediterráneas, las cuales eran poéticas y musicales, pero con escaso coraje y casi nula capacidad de organización. En esta decreciente jerarquía de razas fueron prolijamente ninguneados todos los demás habitantes del planeta. No sorprende que, con estas ideas, MacBride haya festejado las “proezas” del nazismo durante la guerra civil española.
Entre nosotros, y hacia la misma época, se manejaban ideas similares. Uno de los más fervorosos promotores de la eugenesia fue el jurista, diplomático y rector de la Universidad de Buenos Aires José León Suarez quien, en 1928, publicó en la revista de la Universidad (VI, III; pp.389-425) un artículo titulado “Eugénica. Necesidad de su enseñanza y divulgación”. En ese escrito proponía “impedir que nazcan seres inferiores e impedir que los ya nacidos prolonguen su inferioridad por medio de la descendencia. La finalidad social de ambos aspectos es evitar la degeneración de la raza” Como —felizmente— en nuestra época todo esto da un poco de asco, interrumpo aquí la cita ya de por sí bastante explícita. Esta joyita de prócer es sólo una muestra. Esa era la ideología generalizada en ese tiempo. ¡Esos eran tiempos! Diría algún amigo de la Sociedad Rural.
Un último botón. En 1927, antes de que nuestro J.L. Suarez se despachara con el referido y sesudo artículo, la Corte Suprema de los Estados Unidos había autorizado la esterilización de la niña Carrie Buck, a quien se le había diagnosticado un retardo mental. Decía parte del fallo de la excelentísima Corte Suprema de nuestros hermanos del norte: “Más de una vez hemos visto que por el bien público se dispone de la vida de los mejores ciudadanos. Sería extraño que no pudiera disponerse de aquellas que en rigor minan la fuerza del Estado, cuando se les exige sacrificios mucho menores por cierto, y a menudo apenas sentidos por los afectados, siendo todo para prevenir que nos anegue la ineptitud. Es mejor para todo el mundo que en vez de esperar para ejecutar por sus crímenes al vástago degenerado, o en vez de dejarlo agonizar por su imbecilidad, prevenga todo esto la sociedad, impidiendo continuar su especie a los que son manifiestamente incapaces”. Para 1945 unos 45.000 enfermos mentales habían sido esterilizados forzosamente.
Volviendo a nuestra película. Admitamos que los “criminales de guerra” pertenezcan siempre al bando perdedor. Lógicamente, los que ganan obtienen el plus de pasar a ser “Los Buenos”. Pero lo que también queda claro es que la crueldad era patrimonio de todos. Y que los vencedores, además, eran hipócritas.

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