En aquel pueblo altivo y majestuoso
Con imagen de plazas y adoquín
Cuando el nombre de Blanca me burbujeaba el pecho
Y era diáfana y simple la vivencia del tiempo
Y era grato reunirse a expresar sufrimientos
En charlas madrugadas con Raulito y con Leo
En aquel pueblo altivo y majestuoso
Con plátanos enormes techando la avenida
Cuando la flor del pino manchaba de amarillo el patio del Colegio
Y un tren de medianoche nos arrullaba el sueño
Trepidando en el vidrio de mi ventanal viejo
Por componer la música para mi último verso.
En aquel pueblo altivo y majestuoso
Con una petulante exposición de casas-quintas
Cuando Don Esteban Capot me complicaba arpegios
Y efímeros amores sin alma ni misterio
Morían de repente con culpa y en silencio
En el refugio oscuro y vegetal del cerco.
En aquel pueblo altivo y majestuoso
Con ecos de campanas desde los eucaliptos
Cuando la vieja iglesia esperaba su hora desde la Plaza Brown
Y sonaban acordes de encuentros guitarreros
Y a mi voz la adornaban entre Chiche y Alberto
Para avivar el fuego de mi afán de cantor.
En aquel pueblo altivo y majestuoso
Con el viejo y heroico Colegio Nacional
Cuando Yayo me hablaba de Pugliese y D´Arienzo
Y mi afán por ser hombre me hacía largo el tiempo
Con anhelos lejanos que se quedaban lejos
Y un milagroso sueño que no pude soñar.
Guillermo B. Tambella
domingo, 28 de junio de 2009
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