jueves, 20 de noviembre de 2008

HISTORIAS DE JUAN ORDOÑEZ - ABBÁ - 6

LA MUJER


Rolo llegó de noche, cuando Juan trataba de poner su mente en blanco; por el momento había dejado de lado los problemas parroquiales (solía reprocharse que la mayor parte del tiempo la pasaba ocupándose de temas triviales y rutinarios) y simplemente miraba la T.V. Sentado al lado de Sara, notó que para ella la pantalla era una excusa. Sólo buscaba que no le hablaran. Cuando sonó el timbre, Juan fue a atender; Marta estaba en la cocina preparando la cena y no le gustaba que la interrumpieran.

- ¡Rolo! ¿qué hacés por aquí..? Pasá. ¿Hay algún problema..? Era extraño que se acercara por la parroquia a aquellas horas.

- Disculpame, Padre. Tengo que hablarte y no podía esperar hasta mañana. ¿Tenés un ratito..? Hacía ya muchos años que Juan lo sabía: las cosas realmente importantes ocurren en los momentos menos oportunos. Si este chico venía a las nueve de la noche a hablar con el cura en lugar de estar con sus amigos, era porque realmente lo necesitaba.

- Sí, pasá nomás, vamos al escritorio. Juan hubiera preferido ir a sentarse bajo el paraíso, pero a esa hora y con todo el mundo levantado y circulando, su despacho parecía el mejor lugar. Estaba seguro de que ésta iba a ser una conversación privada. Prendió las luces. Siempre que debía atender gente de noche se hacía el propósito de poner lámparas de más potencia. Esta habitación dejaba de ser deprimente sólo a la luz del día. Sacó las carpetas que habían quedado desparramadas sobre el escritorio y las puso en el sillón. Ordenaba los papeles con lentitud; quería darle tiempo a Rolo para juntar coraje.

- Vos dirás, nene. ¿De qué querías hablar..? Recién entonces notó la tensión en las facciones del chico habitualmente hablador y animoso. Miraba fijo una mancha de tinta sobre la tabla de la mesa y la rascaba con la uña. En su frente aún sin arrugas brillaban gotas diminutas.

- Padre, decime... ¿Qué es la mujer para vos..?

Menuda pregunta. (Juan hacía como que terminaba de ordenar unos papeles) Este chico no busca antropología; tampoco teología. Ni siquiera —es seguro— psicología. Mejor así porque no me siento fuerte en ninguna de ellas. El pibe se agarró un metejón de la gran siete y no sabe a quien pedir auxilio. Vamos a hablar de hombre a hombre. Aunque más no sea de Hombre-Cura a Hombre-Enamorado. Virgencita, ayudame.

- ¡Que es la mujer...! Mirá, nene... Que se yo. Es un gran misterio. Quizá en algún aspecto sea más misteriosa para mí que para vos... Por lo pronto, es la madre. Dios y la vieja son las únicas personas de las que podemos asegurar que quisieron que viviéramos. Cuando éramos totalmente indefensos la vieja nos tenía dentro y nos cuidaba. Después nos dio el pecho... y mientras nos daba el pecho, nos miraba a los ojos y quería hablarnos. No nos acordamos, pero el de la vieja fue el primer rostro que conocimos, y algo de ese rostro quedó dentro de nosotros. (Juan pensaba en Sara y se dejaba ganar por una dolorida ternura. Observaba el rostro del Rolo esperando alguna interrupción. El chico seguía pensativo) Pero también la mujer es eso que está al lado nuestro, que a veces nos atrae con vértigo, viste...? Como con un mareo... Mirá, Rolo. Hay algunas cosas que nunca se dicen. A veces por vergüenza, otras para que no nos carguen, o porque las sentimos de tanta importancia que nos parece irrespetuoso siquiera mencionarlas. Pero creo que se podría decir que el acto sexual contiene en sí mismo, en forma condensada, que se yo... Misteriosa... nada menos que la esencia de toda la vida. (Rolo había alzado la mirada y parecía beber cada palabra) Uno puede tener relaciones con una mujer por amor... O como un acto de poder. Se puede amar o poseer a una mujer. Mirá, una de las cosas (no creas que son muchas) que me parece que mejoraron en las relaciones entre hombres y mujeres es que ahora se habla de "hacer el amor" en vez de "coger". ¿Sabías que esta palabra era la que usaban los conquistadores para violar a las indias...? ¿Te imaginás la escena...? "¡Cógela, cógela, Rodrigo...!" (Rolo se sonreía. Eso era bueno. No es conveniente sufrir demasiado al crecer) Y esas dos formas de relacionarse con la mujer, son las mismas dos formas de relacionarse con cualquiera. Con los amigos, los compañeros de trabajo... El amor, o el poder. Los gobernantes con el pueblo... el cura con sus feligreses, el pastor con sus ovejas... el Amor o el Poder. Y nosotros somos cristianos, estamos del lado del Amor. Queremos cambiar los corazones para cambiar al mundo: el Amor, no el Poder. Sólo el poder del Amor. Queremos cambiar esta civilización por una "Civilización del Amor". ¿No te parece que vale la pena intentarlo, Rolo...? (el pibe había cerrado los ojos. Se pasó el pañuelo por la cara como secándose la transpiración de la frente. Después se sonó la nariz y sonrió). ¿Te tomarías un café, Rolo...? A esta hora creo que es mejor que el mate; a mí por lo menos no me quita tanto el sueño... Rolo aceptó con un gesto. Juan sabía que en aquel momento el muchacho agradecería unos minutos de soledad. En la cocina se encontró conque Marta estaba comiendo sola.

- Juancito, la abuela ya comió y la acosté. No te quise interrumpir porque sé que cuando hablás con uno de estos chicos siempre son temas serios. Si hubiera sido alguna de las beatas que viene a confesarse sus pequeñas maldades, con mucho placer la hubiera echado por venir fuera de hora.

- Mirá que sos jodida, Marta... Las viejitas son buena gente. Tienen sus cosas como todos... (Juan se reía para adentro) Cuando estuvo caliente el agua, puso en una bandeja la pava, las tazas, el café soluble y el azúcar, y volvió al escritorio donde encontró al Rolo hojeando una revista. Siguieron charlando durante un rato, Rolo comentándole problemas del trabajo y anécdotas del barrio. En ningún momento se volvió a tocar el problema que lo había tenido preocupado. Después de un buen rato, Rolo se despidió

- Gracias, Padre por todas las cosas que me dijiste... Yo sabía que vos eras de ley, y que no me ibas a salir con alguna boludez. (Juan ya había renunciado a la confidencia. No era él quien iba a faltarle el respeto intentando forzar al chico a decir algo que no quisiera).

- De nada, Rolo... vos sabés que de este tema hay muchísimas cosas más que decir... Me gustaría que me tuvieras suficiente confianza como para charlarlas cuando te parezca.

Rolo se fue después de apretar fuerte la mano del cura. Ah... Juan, disculpame por la hora... Me parece que te quedaste sin comer...

Juan volvió a la cocina solitaria. Marta le había dejado el plato con fideos sobre una olla con agua hirviendo y cubierto con la tapa de una cacerola. Comió pensativo y rezó sin notarlo. Gracias, virgencita. Gracias a vos, este no fue un día perdido. Ayudalo al pibe, vos sabés que la vida a su edad no es fácil. Y que sea una buena chica, linda y dulce como vos...

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