El indio de la tribu Makiritari estaba ocupado. En su pequeño claro de la selva amazónica, en cuclillas y al lado del fuego, tallaba los detalles afiligranados de su flecha de caza. El vapor subía desde los rincones espesos de la jungla. Era el vapor de la vida y él debía tomar una parte de ella para comer. Sus padres, los padres de sus padres, y así siguiendo hasta sus dioses, habían señalado los rituales adecuados, inevitables, para apropiarse de una porción de esa vida. La flecha tallada era el elemento fundamental del ceremonial y así debía ser. Los indios Makiritaris celebraban el misterio y respetaban a sus dioses y a la manifestación de su existencia en la tierra. La decoración de la flecha le ocupaba media mañana. Porque los indios Makiritaris, residuos olvidados de la edad de piedra, son muy ineficientes.
Todo comenzó cuando un chino, diminuto engranaje en una inmensa planta automatizada, dio los últimos toques a la primera quena de plástico perfecta. Adaptadas las matrices hasta lograr el sonido aprobado por un auténtico asesor indígena traído del altiplano, comenzó su producción y exportación masiva. Poco tiempo después eran vendidas a los turistas en las ferias de Cuzco por collas vencidas e impasibles, transmutadas de artesanas a intermediarias. Ya había sido anticipado por Ray Bradbury. Un robot-abuelita perfecto. Con ojos de abuela, paciencia de abuela, piel y calor de abuela. Siempre disponible para escuchar y consolar a los nietos que la adoraban. La mejor abuela del mundo. Y además muy económica, ya que solo necesitaba un cambio de baterías cada seis meses y un service anual. Hoy, gracias a la civilización, podemos tener mascotas electrónicas que no ensucian ni se mueren, llorar en el cine como si sufriéramos y disfrutar de la emoción del peligro con un seguro simulador de vuelo computarizado. Además, claro, podemos como siempre gozar del sexo como si amáramos, vivir en pareja como si fuera para toda la vida, gastar cotillón como si nos divirtiéramos. Todo sin riesgo, sin compromiso, sin responsabilidad. Tal cual como si viviéramos.
(de "Filosofía de Boliche")
sábado, 18 de octubre de 2008
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