Dice Pilato a los judíos: “Aquí tenéis a vuestro Rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!” Les dice Pilato: “¿A vuestro Rey voy a crucificar?” Replicaron los sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el César”. Entonces se los entregó para que fuera crucificado.
Juan 19, 14b -16
... y aunque las apariencias muchas veces inclinen a pensar en contrario, debemos aceptar, mi apreciado Decio, que algunas circunstancias inherentes al cargo de procurador de una provincia tan miserable como ésta pueden aportar una experiencia aprovechable para la vida política de un hombre ambicioso e inteligente. Es eso lo que deseaba comentarte respecto de los acontecimientos de ayer. Quiero hacerlo justamente contigo y no con alguien ajeno a las responsabilidades de gobierno, ya que en tu carácter de antiguo soldado podrás comprender mejor que muchos la diferencia entre lo que se quisiera hacer y lo que muchas veces el buen sentido dicta se debe hacer. Entre lo justo y lo posible. No lo hago, como pudiera pensar alguien que no me conociera, por alguna suerte de remordimiento o de temor supersticioso como los que agobian a mi esposa. Tengo la certeza de haber obrado con la sabiduría requerida por mi cargo y a pesar de que los hechos no sucedieron como hubiese deseado, más aún, como estimo era estricta justicia, este episodio y las consecuencias que de él derivaron tendrán seguramente una influencia beneficiosa para mi carrera política. Ya te he comentado que el proceso del santón y las diversas instancias que hubo de recorrer sirvieron para mejorar mi relación con Antipas, el tetrarca de Galilea. Este es un ambicioso judío que tiempo atrás se había atrevido a firmar un memorial injurioso contra mi gobierno buscando perjudicarme ante Tiberio Cesar. Mi desprecio por el tal reyezuelo de provincia no me impide reconocer que en estos destinos interesa al imperio conservar una buena relación con las autoridades locales, por bárbaras que sean. En definitiva, nos son de suma utilidad para su ordenada administración. Me ha resultado asimismo un ejercicio interesante el conocer, o en todo caso el tratar de comprender estas mentalidades. La personalidad del santón me intrigó en gran medida. Ya te he referido la reacción irracional que ante él tuvo mi esposa, pero comprende que su afición a consultar sibilas y a dialogar con los dioses tiene algo perturbado su entendimiento. Debo admitir que me hubiera resultado placentero continuar dialogando con el pretendido “Rey de los judíos”. Parecía un hombre agradable, casi me atrevería a decir inteligente, si bien sus conceptos infantiles sobre “La verdad”, peor aún, sobre el poder, hacían imposible el debate. Intenté que comprendiera que en mi mano estaba su libertad y su misma vida. Usé con él mis mejores maneras, busqué despertar la compasión del pueblo mostrándoselo después de que la soldadesca se divirtiera con él. Cuando comuniqué a sus sacerdotes que ni yo ni mi flamante amigo Antipas encontrábamos motivo para condena alguna por lo que lo iba a dejar libre, éstos azuzaron al populacho que comenzó a lanzar voces acusándome a mí de no ser amigo del Cesar. “No tenemos más rey que el Cesar” gritaban. Era evidente que a los sacerdotes los movía la envidia, dado que el santón mostraba condiciones de sobra para reemplazarlos, y esta gente tiene un gran aprecio por sus privilegios, pero después de esa hábil jugada debí ceder a tanta presión. Previamente, dejé en claro en forma pública que me había sido arrancada una injusta condena a pesar de mis argumentos en contra. Y esa es otra enseñanza que el episodio (tu dirás intrascendente episodio, y estoy tentado a darte la razón) me dejó para el futuro. Es necesario en ocasiones ceder. Por un proceso de éstos, por más pintoresco que sea, no estoy dispuesto a arriesgar mi carrera, que culminará seguramente en Roma y no en estas miserables colonias. La más secreta, la mejor guardada ambición de un político, y yo creo ser de los buenos, es el dejar una huella en la Historia. Y estoy seguro, algo me lo dice, que mi nombre va a quedar en los Anales del imperio, tal vez en los de la humanidad toda, por mi decisiva intervención en algún hecho de fundamental trascendencia. Uno que transformará la Historia.
martes, 26 de agosto de 2008
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