Me gustó desde la primera vez que lo vi en el supermercado, pero nunca soñé que al adoptarlo se desencadenaría un largo y doloroso proceso de cuestionamiento, de deterioro de mi autoestima. El comenzar a usar la yerba con aquel envase de lata inició el conflicto. Si Ud. cebó mate alguna vez con uno de esos adminículos, quizá me dé la razón. Normalmente el envase, digamos tradicional, una vez abierto, sólo exige que diferenciemos dos partes: la de arriba y la de abajo. Esa distinción uno la viene haciendo desde chico ya que, tanto la mamá, como la cuna, la pelela, etc. todo tiene una parte de arriba y una de abajo. En otras palabras, con toda naturalidad uno acomoda el paquete de yerba en el estante correspondiente con la boca hacia arriba y el fondo hacia abajo. Si se equivoca, el contenido del paquete se derrama sin remedio, de modo que es muy fácil aprender rápidamente y sin esfuerzo a manejarse como corresponde. ¿Qué es lo que pasa con el envase de lata? Éstos, por si Ud. no los conoce, tienen también una parte superior fácilmente distinguible —ya que únicamente en la posición correcta pueden leerse sin dificultad las leyendas impresas en sus cuatro caras— y una parte inferior que está, obviamente, en las antípodas. Hasta allí, su diseño no difiere de lo lógico. Pero sucede que en la mencionada parte superior hay una tapa de colores, removida la cual aparece una segunda tapa con un “Pico Vertedor” que está situado —y aquí viene la gambeta, el amague frustrante— en una de las cuatro esquinas de la misma. Cuando la tapa externa está en posición, no hay modo de saber en cuál de las cuatro esquinas está el dichoso pico. ¿Qué sucede entonces? Ud. toma (por ejemplo) la lata con la mano derecha y con la izquierda saca la primera tapa: invariablemente, el Pico Vertedor quedará en posición incorrecta. Porque ésta es la clave del problema: ¡El pico, para poder ser usado con alguna comodidad, deberá quedar proximal y hacia la izquierda del cebador! Si el pico apunta hacia la izquierda pero hacia afuera, el llenar el mate supone un movimiento de supinación extrema del antebrazo universalmente interpretado como despectivo. Si el pico está hacia la derecha es mucho peor: deben cruzarse los brazos, pasar el izquierdo —que sostiene el mate— por debajo del derecho, y efectuar con éste un movimiento de rotación externa del brazo combinado con una supinación forzada del antebrazo absolutamente antinatural, ridícula y hasta dolorosa.
No es de extrañar, por lo tanto, que cada cebadura de mate suponga para mí una situación de conflicto que expongo públicamente en beneficio de la industria yerbatera, aun sabiendo que estas confidencias pueden caer en manos de psicólogos, siempre propensos a interpretaciones retorcidas y a la crítica fácil e hiriente. Si por ser un hijo afectuoso y demostrativo dijeron de Edipo tantas barbaridades ¿Qué puedo esperar yo?
(de “Filosofía de Boliche”)
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