sábado, 18 de agosto de 2007

RIALITISHOU

No te creas, yo estudié cuatro años con Lito Cruz y tengo casi completo el curso de mimo. No te digo que haya trabajado en un teatro del centro, que sea un Alcón ni mucho menos, pero tengo mis cositas hechas. Sin ir más lejos, tengo todo un verano en Plaza Francia haciendo la estatua del discóbolo. No seguí con eso porque es una posición de mierda y me agarró la ciática, pero la verdad es que tuve éxito y casi me llevan para Badía y Compañía. Pero el Beto no come vidrio y, es claro, prefería mostrar a minas con túnica cortita y sosteniendo algún jarrón o alguna otra boludez por el estilo. Que vas a hacer, contra eso no se puede luchar. El Beto es un ídolo y yo hubiera hecho lo mismo. Pero eso es otra historia. Bueno. El asunto es, te decía, que cuando la piba rapada con la cero y con el arito en la nariz me propuso ir a la tele, no fue una cosa que me agarró como quien dice descuidado. Yo a esa flaca la había visto dos o tres veces, es una mina del ambiente, ¿viste? En algún teatro… algún taller… vaya a saber. La cuestión es que no sé de dónde consiguió mi teléfono y nos vimos en la Munich de Constitución. Me contó que trabajaba en la producción de un Rialitishou y que necesitaba un tipo para hacer de violador. Qué querés que te diga. Al principio se me hizo que esta mina curtía alguna onda rara, moderna, ¿viste? Que sé yo, a lo mejor me estaba proponiendo entrar en una joda grosa y me la perdía por no estar en el ambiente. O sea que comencé a ratonearme a lo loco. No es que me gusten las minas peladas, pero tampoco uno va a despreciar. Pero no. Era un bolo más bien cortito para una audición de la tele, de esas que se usan ahora, con una conductora que te insulta, una tribuna de gordas que te dan consejos y una psicóloga que es la que viene a tener la precisa. Yo tenía que hacer de violador, pero anónimo ¿viste? Con una capucha negra y enfocado medio de espaldas. Había otros dos con mi mismo papel, y cinco o seis minas que laburaban de violadas. El tema era algo así como: “Me violaron, me gustó y ahora siento la culpa”. O sea un asunto de “ribetes psicológicos” como dijo la pelada. La capucha supongo que era para no terminar en cana o para poder seguir violando sin problemas. Desde el punto de vista actoral era un desafío, porque la capucha te limita la capacidad de expresión, ¿viste? Es medio jodido, tenés que manejarte con la voz y con las manos, como me dijo la peladita porque seguro que te las van a enfocar de re-cerca varias veces, así que cuidate con los gestos que hacés. No había lo que se dice un libreto. Yo era el violador, alguna de las minas era la que yo me había violado, y teníamos que improvisar. De todas maneras, la conductora me tiraba ondas, me daba el pie o me cortaba cuando le parecía.
El día de la actuación me mandaron un remis a mi casa. Yo ya me había estado concentrando, digamos que metiéndome en el personaje ¿viste? Así que para entrar en el auto salí de mi casa tapándome la cabeza con una campera. El que manejaba el remis no me habló en todo el tiempo, pero se veía que desconfiaba. Me junaba a cada rato por el espejito y palpaba un palo que tenía al lado. Dentro del estudio era un quilombo de gente. Yo me quedé en un rincón y cuando ubiqué a la peladita la saludé con la mano. Con un gesto me pidió que la aguante. A mi lado estaba también esperando un petizo flaquito con cara de sacristán. Agarra y me dice: ¿vos también sos violador? Si, le dije. Mucho gusto, me dijo. Yo entre mí pensaba: pero a quién te vas a violar con esa pinta… En eso vino la pelada. Se había cambiado el arito de la nariz. Este me gustaba más. Dice la flaca: disculpen chicos, pero estaba re-ocupada; vengan por acá. Nos dio las capuchas y nos sentó al lado de un gordo. El tipo ya se había puesto la suya y me pareció que apolillaba aprovechando lo oscuro, porque cada tanto se mandaba un ronquido. Qué querés que te diga; este otro tenía menos pinta de violador que el petizo. Con esa grasa no podía correr a nadie… haceme el favor… Modestamente, yo era el que daba mejor el papel. También había un montón de viejas acomodándose en una tribunita. Algunas cuchicheaban entre ellas y nos miraban de reojo con cara de culo. Yo no les di bola. Lo que es por mí, se van a quedar con las ganas, pensé.
Cuando ya estábamos todos acomodados, alguien desde arriba nos manda por los parlantes con voz de chinchudo: “Silencio por favor que vamos a grabar…” En eso entró la conductora y se puso a hablar con una mientras nos miraba a todos por arriba de los anteojos. Ahí recién me di cuenta de que yo la conocía de la tele. Es una grandota que cuando te mira te atraviesa. Te juro que me encogí para que no me vea. Esa mina me daba miedo, porque te juro, hombre que agarra, los destroza. Para mí que tiene algún rollo jodido con los machos. Bueno; el asunto es que se prendieron un montón de luces y ésta se pone a hablar. Le daba la espalda a la tribunita de las gordas, nosotros y la psicóloga estábamos a un costado (yo le había metido un codazo al gordo para que deje de roncar) Del otro lado estaban sentadas tres morochitas que eran las violadas. Te digo que entre las tres no hacían una. La única que te diría que se salvaba un poco era una bajita y medio gorda, pero que por lo menos te inspiraba algo, pero lo que es las otras dos… Bueno. Después del espiche, hicieron un corte y la grandota se sentó al lado de las violadas. Se ve que les explicaba algo; hablaba y señalaba a la tribuna, a nosotros, que se yo. Las morochas estiraban el cogote y le decían a todo que sí. Para ese entonces, yo ya estaba todo transpirado con el calor de las luces y la capucha de mierda que no te deja respirar.
La cuestión es que todo el segundo bloque (le llaman así al espacio que queda entre las propagandas) estuvo hablando con las violadas. Te juro que era un embole. Yo aproveché la capucha para junar a la psicóloga sin que se note, que ésa sí que era una potra. Tenía un buen par de patas y suculentas gomas; yo la relojeaba más que nada para no perder la concentración en mi papel ¿viste? De tipo calentón, porque aunque la capucha te tape la cara, eso se nota en el tono de voz. Mientras tanto las gordas las aconsejaban a las morochas. “Vos no tenés que sentirte así…” “Al fin y al cabo, vos no lo buscaste… Porque vos no lo buscaste ¿no es cierto…? (ahí de paso le tiraban la patadita) Mirá que son jodidas las mujeres… Porque al fin y al cabo, los malos de la película éramos el gordo, el petizo y yo, y éstas les mandaban indirectas a nuestras víctimas (es una forma de decir, porque ahora que lo pienso, las morochas no lo habían pasado nada mal y por eso tenían los ribetes psicológicos) La cuestión es que me gustó cuando habló por teléfono la vieja de una de las minas (después me avivé que era la peladita que me contrató y que tenía que hacer de madre. Bueno, te digo que me gustó porque le paró el carro a la gordas, y medio que se cabrió ¿viste…? Que no tienen derecho… Que es una vergüenza… Que mi nena es una chica de hogar… Allí casi se pudre el simposio, porque en la tribuna hablaban todas al mismo tiempo y varias ya se querían ir a las manos. Lo que se dice, un gallinero. Cuando en medio del quilombo la grandota dijo: “Vamos al corte” al ratito las gordas se tranquilizaron y alguna se puso a tejer. En el otro bloque le tocó a la psicóloga. La diosa te explicaba las cosas como quien le habla a un nene, muy serena y medida. Todas la escuchaban con atención; no es que se le entendiera mucho lo que decía, pero por lo menos consiguió parar el griterío. Yo le tuve que meter otro codazo al gordo que ya estaba cabeceando de nuevo. Mirá si se le escapa un ronquido en medio de la conferencia, cómo nos hacía quedar… Al fin y al cabo éramos los únicos hombres y no se puede hacer un papelón. Ese bloque, la verdad, estuvo algo flojo. Creo que se pasó de tranquilo. Yo empecé a preocuparme; a ver si antes de mi actuación la gente cambia de canal. Se ve que a los violadores nos dejaban para el final porque éramos el plato fuerte.
Y así era nomás. En el último bloque, va la grandota y le saca el tema a la violada, esa que te dije que era la única que valía la pena. Supongo que quería conseguir de nuevo el clima de delito, tirando a puerco ¿viste…? La agarra y le empieza a hacer preguntas jodidas, buscando que se ponga a moquear, cosa de levantar un poco el réitin. Cuando ya la tenía lagrimeando, nos mira a nosotros medio con asco y con muy mala onda nos pregunta: “¿Quién de ustedes el que violó a esta pobre chica…? Yo levanté enseguida la mano. Hay que ver la expectativa, macho. Toda la tribuna, la grandota, la psicóloga, las violadas, todas conmigo. Se me acerca la grandota y ahí tuvimos una discusión. Yo me tuve que inventar una novela para dar el perfil ¿viste? Le metí padre curda, madrastra, fuga del reformatorio, linyeraje, odio a las mujeres, que sé yo. Me zarpé totalmente. Uno en esos momentos no registra bien lo que dice, pero me prometieron pasarme la grabación para mi curriculum. Tendrías que haberme visto, me comí todo el bloque. El gordo y el petizo después me felicitaron. A la grandota la impresioné: “Como este actuó con capucha, lo podemos usar el mes que viene para hacer de cornudo…” y les pidió a los de producción que guarden mi teléfono.
Cuando terminó el programa, la pelada me vino a pagar. Estuviste re-bien. Firmá aquí. Firmé un recibo por 60 pesos y me dio 30. Es la magia de la televisión, me dijo. Esto es un rialitishou, flaco, aquí nada es lo que parece. Y me guiñó un ojo. La verdad es que estaba bastante fuerte.

(de “Historias de Juan Ordoñez y otros cuentos”)

1 comentario:

leo dijo...

No puedo comentar una cosa que escribí yo mismo. Pero quiero aprender a publicar un comentario y entonces hago el experimento