Hay oportunidades en que, contra toda lógica, es conveniente replantearse lo obvio. Es que la sofisticación del pensamiento abstracto lleva a la postulación de enunciados que, no obstante violentar el sentido común, alcanzan el prestigio y la difusión que son el patrimonio de todas las modas.
La obviedad en cuestión que conviene replantearse es. ¿Existe LA verdad? Quizá como reacción a tanta patraña presentada como bien absoluto por el cual merecería darse la vida (convendría repasar proclamas revolucionarias, marchas guerreras, comunicados solemnes de décadas pasadas) está actualmente en el ánimo general la idea de que la verdad es subjetiva y de que no tiene existencia real fuera de la propia subjetividad. De esta manera, en lugar de preparar héroes ingenuos de mezquinas causas ajenas, se fabrican futuros cínicos disfrazados de pragmáticos. A fuer de tolerantes (y en buena hora) de las ideas del otro, nos hacemos descreídos de cualquier idea. Parecería inevitable que los humanos reaccionemos contra una tontería adoptando la tontería de sentido opuesto.
Pero, realmente ¿Existe la verdad? ¿O sólo mi verdad, tu verdad, su verdad, todas distintas o aun contrapuestas? Los que no tenemos formación filosófica debemos apelar a las imágenes. Este recurso en ocasiones nos permite ilustrar un concepto al que adherimos por intuición o sentido común. LA verdad, o en todo caso determinada verdad se puede imaginar como un árbol de gran follaje. El árbol existe aunque nadie lo mire. El árbol está antes de que yo lo vea y está aunque no lo vea nadie: eso me lo dice mi sentido común. Pero lo que percibe un observador situado a su lado es muy diferente a lo visto por el que mira el mismo árbol del lado opuesto, o desde arriba, o desde abajo, o subido a una rama. Es absolutamente distinto a lo que se ve a través de un microscopio o mediante análisis químicos. Es otra cosa, no tiene relación a lo percibido de ese árbol por el tacto, por el gusto, por el olfato o por infinitos etcéteras. Cada visión de esa verdad, siempre que sea honesta, es un acercamiento mayor a su totalidad y no compite sino que complementa otras visiones igualmente honestas. La tolerancia por otras apreciaciones de la verdad no es por lo tanto condescendencia por el equivocado como quiere el fanático benévolo sino crecimiento, avance respetuoso en la empresa de aprehensión de la verdad total en que se nos va la vida.
(de “Filosofía de Boliche”)
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