miércoles, 31 de julio de 2013
LA ESENCIA
Hace un tiempo hice una visita a la catedral de La Plata. En el subsuelo está instalado un pequeño museo con piezas referidas a la historia de su construcción. Me resultó todo muy interesante. Sólo que entre otras cosas encontré exhibido un testimonio del arquitecto que dirigió la obra. Se trataba de una carta en la cual explicaba el motivo por el cual eligió el estilo neogótico para la misma. Palabras más, palabras menos, decía que era porque ese estilo era el usado en “la edad de oro” (o algo así) de la Iglesia Católica. En otras palabras, en la Edad Media. No me resultó extraño que el constructor de la obra, siendo arquitecto, piense que, dada la belleza y majestuosidad de sus monumentos arquitectónicos, ésa haya sido la época de esplendor de la iglesia.. Lo que sí me sorprendió, y diré que me escandalizó un poco, es que el obispo o quien sea que decidió qué cosa exponer en el museo haya incluido una carta como ésa. Porque la Inquisición, las cruzadas, las matanzas de moros y cátaros, las guerras de religión y los papas de vida escandalosa no son hechos de lo que los católicos nos tengamos que enorgullecer.
Recientemente, con motivo de la visita del Papa a Brasil encontré en algunos periodistas un criterio similar. Cuando Francisco manifestó que había que recuperar la “esencia” del Cristianismo, que había que volver a las fuentes, estos periodistas interpretaron que el Papa tenía nostalgia de la Edad Media. Expresiones del Papa que alegraron y alimentaron la gran esperanza que muchos tenemos puesta en él, fueron muy mal interpretadas.. Los más fanáticos, tanto clericales como anticlericales, parece que entendieran que aquella fue la “edad de oro” de la Iglesia. Felizmente, sabemos que esto no es así. La acción de Dios no se manifestó en aquellos días por los papas guerreros, sino por los Francisco de Asís que buscaron cambiar la Iglesia, “Repara mi Iglesia porque está en ruinas” le dijo Dios a Francisco de Asís. Y también al Papa Francisco. Y es por eso que quiere recuperar la “esencia” del cristianismo. Que es muy simple y contundente. Dijo Pablo a los gálatas: “Toda la ley está resumida plenamente en este precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal. 5,14) Porque “...el que no ama a su hermano a quien a visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. (1 Juan 4,20) Y eso es todo. Lo demás, si no gira alrededor de esto, es falsedad, hipocresía, superstición. Esto es tan simple como difícil. El Papa, al igual que todos nosotros, es débil y pecador. Es una “vasija de barro” portador de una buena noticia sublime: Dios nos ama y nos pide que amemos.
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