viernes, 21 de septiembre de 2012
NOS QUIEREN CAMBIAR LA HISTORIA
Lo escuché por radio. Un oyente se quejaba porque en varias audiciones “K” había recibido visiones de la historia argentina distintas de la que conocía desde siempre. Que en ocasiones la contradecían. Entonces, personajes admirados desde la escuela pasaban a ser denostados, héroes eran presentados como villanos o traidores, asesinos como patriotas, bárbaros como civilizados. Como si hubiera dos historias enfrentadas, con los mismos personajes, pero jugando papeles distintos, incluso opuestos. Que el sargento Cabral era un esclavo negro o zambo y que no murió contento, que San Martín tenía una amante en Lima y Belgrano otra en Tucumán, etc. La confusión crecía cuando los que pretendían cambiar la historia muchas veces diferían entre sí. Que existían revisionistas de izquierda y de derecha, rosistas y antirosistas, en fin, que provocaba indignación a patriotas como el oyente quejoso, que se ensuciara la memoria de nuestros más preclaros prohombres. Como me encanta la historia y suelo leer publicaciones sobre el tema, no pude menos que, durante un rato, encontrar cierta razón a las quejas del hombre. Y digo durante un rato porque enseguida encontré el motivo por el cual me había atrapado la historia. El motivo por el cual me había dejado de parecer aburrida para transformarse en apasionante. Es que gracias a tantos cuestionadores de la historia tipo Billiken, los que crearon la patria dejaron de ser figuritas para recortar y pegar, para pasar a ser seres humanos, seres de carne y hueso con sus miserias, actos heroicos, mezquindades, egos hipertrofiados, y actos abnegados. Idealistas y al mismo tiempo, o en todo caso según como se los considere, egoístas. Entendí que si bien es cierto que hay “valores” que son permanentes y no se discuten, juzgar la conducta de los hombres es más complejo. Y que por más esfuerzos que hagan los que pretenden idealizarlos, seguirán existiendo los que no se conforman con venerar mitos acartonados sino que quieren entenderlos. Comprender sus actos, sus sentimientos, qué valores defendían y el contexto en el que se movieron.
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