miércoles, 19 de octubre de 2011

POLÍTICAMENTE INCORRECTO

¿Existe o no lo que es “políticamente correcto? Por supuesto que sí y cualquiera que viva en sociedad sabe qué es lo que se puede o no decir en determinado ambiente si quiere evitarse controversias odiosas. Por supuesto que las controversias no deberían ser necesariamente odiosas, pero suelen serlo. Sobre todo en temas que a algunos les tocan demasiado de cerca.
Dependiendo del ámbito en que uno se mueva, una opinión puede ser políticamente correcta o incorrecta. No es lo mismo si se habla de política en el círculo militar, por ejemplo, que si se lo hace en una reunión de La Cámpora. Sucede que a mí me pasa lo mismo que le pasaría a un Kirchnerista en una reunión del Jockey Club. Puede ser que el hombre coincida con los contertulios en muchas cosas, le gustan los caballos, las mujeres elegantes, el whisky escocés, pero resulta que todos, con “La Nación” desplegada sobre la mesa, quieren hablar de política. Y el tipo se siente políticamente incorrecto. Porque nadie lee “Página/12” ni quiere realmente entender su punto de vista sino liquidarlo, y si es posible, ver saltar la sangre.
Todo esto viene a cuento a raíz de que está resurgiendo el tema de la legalización del aborto. Yo estoy en contra, y eso me hace sentir políticamente incorrecto en varios de los círculos que frecuento. Acepto este karma sin ánimo de polémica. Así son las cosas. El que escucha una opinión en contra de la legalización del aborto suele adjuntarle al opinante una serie de cualidades desagradables: machista, clerical, oscurantista, intolerante, Tradición, Familia y Propiedad, Opus Dei, etc. etc. El estereotipo está instalado y algún motivo hay para eso. Como todo prejuicio, tiene alguna justificación. Pero el problema es que como suele suceder, se termina pateando la pelota afuera. En lugar de polemizar sobre la medida, su busca aniquilar al otro.
En algún otro momento explicitaré por qué pienso lo que pienso. Mientras tanto, me gustaría dejar planteada una pregunta. Es que tanto los partidarios como los enemigos de esa medida están de acuerdo en que nadie aborta alegremente, que siempre es una decisión triste y difícil para la gestante. ¿Por qué entonces no trabajar juntos en la implementación de medidas que hagan disminuir el número de mujeres obligadas a optar entre un hijo no deseado y un aborto, sea éste legal o no? Se podrían mejorar las leyes de adopción, crear ámbitos que ofrezcan a futuras madres desprotegidas por sus familias la contención y el apoyo que necesiten, etc. Seguramente, tanto en un “bando” como en el otro hay gente capacitada para imaginar muchas soluciones humanas y eficaces. Es probable también que, trabajando juntos, nos conozcamos mejor y encontremos conque en ambos sectores hay gente bien intencionada y valiosa. En definitiva, no se trata de demostrar quién tiene más poder, sino de ayudar a esas chicas que está pasando por momentos difíciles.

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