viernes, 2 de septiembre de 2011
DIOS, LA NATURALEZA, EL HOMBRE
Uno de los síntomas alentadores que se pueden percibir en la cultura actual es la creciente conciencia de que es necesario cuidar el planeta, el reconocer que los recursos naturales se agotan, que la contaminación está siendo ya un problema planetario, etc. Somos cada vez más los que descubrimos con alarma que estamos todos en el mismo barco al que debemos cuidar entre todos, porque puede hundirse. Somos cada vez más conscientes de que la ecología no es solo un tema de moda. Para los cristianos, por otra parte, la relación del hombre con la naturaleza es además un motivo de meditación.
Si nos damos tiempo para contemplar la inmensidad del mar y las montañas, los glaciares imponentes, la cúpula del firmamento, las galaxias de dimensiones inimaginables, tal vez nos podamos remontar también hacia aquel que es su autor. A Dios, el Rey del universo, el Señor y Creador del tiempo y del espacio. Y si la percepción de su majestuosidad nos anonadase, la certeza de que Él nos ha elegido podrá abrirnos el corazón y suscitar en nosotros el deseo de descubrir, de encontrar, detrás de tanta inmensidad y belleza su rostro, su presencia. Porque hay una presencia de Dios bajo las cosas. Dios no solo crea el cosmos, sino que con su amor lo conserva en el ser, lo mantiene en la existencia. Dice San Buenaventura, “Todo lo que Dios obra, lo hace para manifestarse”. La naturaleza es entonces una manifestación de Dios, que es amor. Es un mensaje del amor de Dios. Por consiguiente, la naturaleza no es solo algo que tengo a mi disposición, sino que a través de ella Dios quiere manifestarse, decirme algo. Algo que puedo escuchar y reconocer, pero también ignorar. Es un mensaje que pide una respuesta.
La relación persona – naturaleza debemos concebirla en el contexto de toda la relacionalidad presente en la creación. Y esa relación el la del amor. Dios creó por amor y el amor es la ley inmanente de la naturaleza misma. En la tierra todo está en relación de amor con todo, hay una dinámica de amor que inunda toda la creación. Esa dinámica del amor se da entre los hombres: yo fui creado como un don para quien está a mi lado y quien está a mi lado ha sido creado por Dios como un don para mí. Como el Padre en la Trinidad es todo para el Hijo y el Hijo es todo para el Padre. Pero se da también en el resto de la creación. Como culminación de la obra del amor de Dios, el Hijo, al encarnarse y mediante la materia transformada en Eucaristía, inauguró para ésta el camino hacia Dios, de alguna manera hacia la divinización del cosmos. En esta perspectiva, la persona, mediante su actividad (laboral, artística, etc.) ocupa un papel decisivo que es mucho más que la conservación del ambiente; está llamada a ser compañera de viaje de la naturaleza. La vocación de la persona humana es guiar a la naturaleza en su itinerario hacia Dios.
La cultura actual entiende que la crisis ecológica se debe a una contraposición entre la creatividad humana, traducida por un desarrollo tecnológico de fuerte impacto ambiental, y la naturaleza. En consecuencia, si se desea preservarla, amenazada como está por las obras del hombre, es imprescindible poner límites a la creatividad. Nosotros decimos que la creatividad humana es antagonista de la naturaleza cuando está determinada por un modelo de desarrollo socio – económico centrado únicamente en la ganancia, en el lucro. Para los cristianos, la relación persona – naturaleza, lo que nos relaciona con la creación, no es el lucro sino el amor. El camino que debe guiar al cristiano en la formación de una conciencia ecológica madura es el del amor. Por lo tanto, lo importante no es tanto defender y preservar la creación, aunque esto obviamente se deba hacer, cuanto actuar de modo que la naturaleza sea más bella, espiritualizarla, transfigurarla. Toda la obra del hombre sobre la tierra debe ser, por lo tanto, una obra de arte. En otras palabras, debemos conducir a la naturaleza hacia Dios, hacia la belleza misma. Hasta el último día, según el plan que Dios tiene para ella y para nosotros. Esto es contemplación, y a esto hemos sido llamados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario