—¡Rolo! ¡Ayudame con esta camilla...!
—¡Aguantame un poco que ya voy ! —Por favor, señores, van a tener que dejar libre en el pasillo... Pasen a la sala de espera que cuando haya novedades yo les aviso...
El polic{a se imponía sobre el grupo de maridos y futuras abuelas. No era ésta la forma de disolver aglomeraciones que le habían enseñado. Se suponía que los manifestantes debían vociferar, reclamar y agitar los puños. Éstos, en cambio, no lo tentaban en absoluto a usar su poder. Desde hacía seis meses se ganaba unas extras como seguridad en el Hospital. Desde entonces, la pistola que cargaba en el cinto lo hacía sentir incómodo. Sobre todo, le parecía fuera de lugar en esa Sala de Maternidad. Pudo haber sido ayer la noche en que nació la Cele (ya tenía dos años y la misma picardía y los mismos ojos negros de la patrona). Aquella noche, él había pasado por el miedo, quizá tuvo en sus ojos igual expresión desorientada que esta gente que apenas atinaba a ensayar una protesta mientras se retiraba.
—Correte Gus, vos sostené el suero, que yo me encargo de la camilla... Que es, ¿una cesárea? (el cabo Rodolfo Peña había asimilado rápidamente la jerga hospitalaria) ¿Cómo se siente, Señora...? ¿Que tuvo, una nena? Yo tengo una, ¿sabe...? Una vez, un instructor de la Escuela de Policía les había insistido varias veces: "Sus únicos amigos, sus únicos compañeros, son los otros policías. Todo civil puede ser un delincuente y debe ser mantenido a distancia..." Ilustraba su aseveración con anécdotas de ataques sorpresivos de delincuentes comunes o de guerrilleros capaces de matar para sacarles el arma o por el simple placer de hacerlo. "El policía que llega a viejo es el policía paranoico" rezaba un cartel que había hecho poner en el vestuario. Nunca hasta ahora el cabo Peña había puesto en tela de juicio la sabiduría del consejo. Pero mientras ayudaba a Gustavo, el enfermero del turno tarde a empujar la camilla hasta la cama de hierro, tuvo que aceptar que las cosas no son tan simples, que la vida no es una guerra, y que Gustavo era un compañero. Y que al fin y al cabo, no existen los civiles y los policías, sino un montón de gente que hace lo que puede.
"Mira, lo que hallé fue sólo esto:
Dios hizo sencillo al hombre,
pero él se complicó con muchas razones"
Eclesiastés, 7, 29
viernes, 28 de mayo de 2010
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