jueves, 26 de noviembre de 2009
OPINIONES
Fútbol y política. Todo el mundo pareciera tener opiniones seguras, definitivas. No me jodas. La cosa es así, y está claro como el agua. Curiosamente, para otros, la cosa también está clara como el agua, pero es asá. Dejemos de lado las opiniones de mala fe, interesadas. En esos casos, queda en vergonzante evidencia por qué se opina de una u otra manera. Pero no es el interés el que guía nuestro criterio en la gran mayoría de los casos. En el tema fútbol, eso es evidente. Allí sólo influye la pasión, arbitraria, irrazonable, y nadie pretende otra cosa. Con la política, la cosa es más complicada. Aquí se juegan muchos intereses, y hay que ser muy mal pensado —o sea saber pensar— para encontrar la pista de algunos. De todas maneras, aunque no los hubiera, se puede estar a favor o en contra de algunas personas —y en contra de cualquier medida que tomen— por diversos motivos. Todos los misterios de la psicología profunda de cada opinador pueden alimentar supuestas opiniones. Prejuicios raciales, odios ancestrales, historias personales. Analicemos la fisiopatología del opositor. Porque el argentino, en principio, es opositor. Salvo los que tienen que decidir sobre algo. Es decir, pesar los pro y los contra, analizar, inventar, crear. Ser opositor es lo políticamente correcto. Además, es lo más fácil. Es la otra cara de la moneda de un principio que hemos interiorizado desde nuestros abuelos inmigrantes. “No te metás”. La abuela asturiana al abuelo: “No te metas porque este no es tu país”. A nosotros nos quedó la primera parte: “No te metás” y, como motivo, a falta de otro mejor: “Yo, argentino”. Así nos quedan las manos libres para tener opiniones categóricas sobre cualquier cosa. Opiniones que no obligan a nada, impunes, livianas, irresponsables. Pero también, y esto ya tiene algo de razonable, algunos están en contra del que decide por lo que éste hace mal. Y milita en el mismo bando de los que están en contra por lo que hace bien. A ellos se suman los que ven afectados sus intereses, lícitos o espurios. Bush y Chávez, un solo corazón. En otras palabras, joven argentino, ni Director Técnico ni gobernante de nada. Quedate en la platea, y desde allí insultá, escupí, amenazá. Así serás popular y amado por todos.
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