viernes, 10 de julio de 2009

EL CIELO

------------------------------ Es probable. Usted me dice que en Marte es negro y no tengo por que dudar de su palabra. De todas maneras, las cosas no "son" así o asá (eso no se puede asegurar casi nunca) sino que las vemos como las vemos. Y ustedes lo ven negro. Que lástima. Si ustedes pudieran venir por aquí, tal vez... ¿Ustedes pueden distinguir los colores...?

------------------------------ Es claro, no le puedo explicar que son exactamente los colores, o de donde vienen; tampoco creo que interese mucho saber como se forman. Mire, con los colores pasa lo mismo que con otra cosa que no le puedo explicar: la música. La música entra por el oído, los colores por los ojos. Pero, ¿sabe? ambas cosas llegan derecho al corazón. Bueno, digamos a los sentimientos...

------------------------------ Discúlpeme otra vez; quisiera comunicarme con usted, me gustaría que nos conozca, pero usted ve, tampoco le puedo explicar qué son los sentimientos y qué tiene que ver el corazón con ellos... Es que parece que somos muy distintos, ustedes y nosotros. Yo le voy a explicar; usted trate de no interrumpirme. Es posible que al terminar mi explicación nos conozca mejor. Aunque sea va a poder saber cuanto es lo que no entiende de nosotros. Mire: nosotros le llamamos "Cielo" y aquí sólo es negro a la noche. Después aparece el Sol, y el Sol tiene pinceles y va pintando las cosas. Primero las nubecitas más altas, después todo el espacio, por último los árboles, el trigo, el pasto y las plantitas que salen del suelo y que lo buscan con sus hojas y sus flores. El pasto y las hojas le ofrecen al Cielo sus gotitas de rocío para que él las beba. El Sol tiene todos los colores, tantos colores y en tal cantidad que no lo podemos mirar de frente porque al recibirlos todos juntos, después vemos el Cielo manchado de negro, ya sin colores. Cuando el Sol está bien, bien arriba, todo es de un azul intenso, y a veces se pueden ver algunos pájaros volando muy lejos, muy alto y sin mover las alas. Pero cuando uno va mirando más hacia abajo, el color va cambiando... Primero es de un celeste lejano y tenue, ¿sabe? Un celeste que no se puede tocar, muy fresco y liviano. Después tiene algo de verde, aunque uno no sabe si eso es así o es que los ojos fueron cambiando para acercarse a la tierra; porque la tierra es verde, ¿sabía...? Y cuando el Cielo se junta con la tierra, se cubre con una bruma violácea y vaporosa, como si quisiera endurecerse un poco para no quebrarse contra el horizonte...

Pero usted tendría que verlo a la tardecita. A esa hora, el Sol se esconde detrás de la tierra y no quiere que lo olvidemos. Entonces, deja en el Cielo suspendidos todos sus colores, todos los que le quedaron. Si usted lo ve, no puede dejar de mirar y mirar. Y si está triste, o si está muy feliz, tan contento que no puede ni hablar, le aseguro que lo único que quiere mirar es el Cielo. Porque a esa hora se da cuenta de que hay nubes blancas, nubes negras y otras rosadas. Y también de distintas formas y texturas. Las más bajitas están asomadas al horizonte despidiendo al Sol; y él las pinta de rojo y de rosa, y las nubes se alargan y su espalda queda fría y oscura. Y uno las puede ver bien porque el cielo a esa hora baja muy claro y muy celeste acompañando al Sol y protegiendo a las nubes rosas. Porque también hay otras nubes. Estas son blancas, están más arriba y son como algodón separado en pequeños pedacitos todos iguales, como un ejército de ángeles que avanza en formación, y hay otras negras, que ya están durmiendo, grises y deshilachadas. A esa hora todo está quieto, concentrado y expectante, porque se va el Sol.

------------------------------ Me alegra mucho lo que me dice. ¿Vio...? quizá no seamos tan distintos, después de todo. Por todo eso es que miramos para arriba. Por eso es que allí imaginamos lo sublime, lo infinito. Gracias a eso es que no nos sentimos como hormiguitas insignificantes que se arrastran día tras día llevando la carga. Porque el cielo nos llena de grandeza. Allí ponemos a nuestros hijos y a nuestros padres cuando se nos mueren; sabemos que desde allí nos siguen viendo, que allí están al lado de Dios. Porque a Dios también lo imaginamos llenando el Cielo con su Poder y con su Amor, más grande que toda comprensión. Como el mismo Cielo.

En aquel punto del Espacio se despidieron. El hombre sintió algo así como una mano apoyada en su hombro. Una mano tibia y amistosa. El rostro de aquel ser extraño fue cambiando. Y en los profundos pliegues de piel blanca que rodeaban sus grandes ojos verdes, el hombre creyó ver una sonrisa. Si, no cabía duda. No eran tan distintos después de todo.

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