viernes, 5 de junio de 2009

UNA CONFERENCIA - 3

GANADORES Y PERDEDORES


Otra advertencia del “Empresario Exitoso” a los estudiantes fue: “En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no.” Aquí entramos de lleno en un clásico primer-mundista. La vida real (no sé bien por qué me molesta tanto esta expresión. “La vida es así. Por lo tanto los idealistas son imbéciles”) Decía el conferenciante: la vida real es una permanente competencia donde algunos ganan y otros pierden. Y eso es así. Querer cambiar las reglas del juego —que pareciera es el único posible— es de ilusos; el ser humano es así.
Tengo para los alumnos que recibieron este consejo, una buena noticia. Lo que la escuela intentó eliminar de sus cabezas no es la realidad, sino una triste, cínica, desgraciada visión de la vida. Siempre recuerdo una película —no una obra maestra, sólo una que invita a pensar— en la que un niño con un grado leve de discapacidad mental, interrumpe una carrera en la que ocupaba el primer puesto para ayudar a levantarse a otro con síndrome de Down. Por supuesto que ambos llegan en el último lugar. Cuando el padre le pregunta el motivo, con toda naturalidad el niño le contesta: ¡Papá, él es mi amigo…!
Como muchos otros, tuve en épocas pasadas la felicidad de participar en campamentos de montaña. Buenos campamentos, que intentaban, y muchas veces conseguían, mostrar otro estilo de vida, contrapuesto al de la permanente competencia en la cual necesariamente unos ganan y otros pierden. En un texto que llevó por título “POR QUÉ HACEMOS CAMPAMENTOS” decía en un párrafo: “Sin necesidad de elaboraciones complicadas, sin esfuerzo, con naturalidad, en el campamento se vive y se goza de otra manera. Se disfruta la comunidad. Si se llega con sacrificios a algún refugio o a algún pico de montaña, el principal premio será el llegar todos juntos; y además, alegres por estarlo”. Se me puede adjudicar una descarada falta de modestia por citarme a mí mismo. Tal vez sea cierto. Pero sucede que me consta en carne propia que el párrafo citado es absolutamente cierto. Y eso lo viví no sólo en campamento. En muchos otros ámbitos de “la vida” en los que participé, también se reemplazó la competencia por la solidaridad, la rivalidad por la amistad sincera. Y para sorpresa de muchos expertos, con excelentes resultados

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