Escuchame porque yo sé cómo son las cosas. Tenés que competir, pero para ganar. Sólo el que llega primero importa, los demás son descartables. ¡Más! ¡Siempre más! El esfuerzo vale la pena, la recompensa es nada menos que la gloria del éxito, el ver a todos los demás desde arriba. ¡No te des por vencido ni aún vencido! Hacete fuerte y no te preocupes por tus heridas porque cicatrizarán sin que te des cuenta. Cuidate de todos porque estás en la selva. El ser humano es así. Estás solo. Dormí con un solo ojo y siempre alerta. No confíes en nadie: son todos tus competidores. Si hace falta, coraza, casco y tirá vos primero. Pero sobre todo: apurate porque te pisan los talones.
Disfrutá de la vida, de los amigos, de las tardes de otoño. Sobre todo, aprendé a disfrutar de tu trabajo porque va a ser la herencia de tus hijos, la medida de tu valor. Recordá siempre que en este mismo momento que estás viviendo ahora, estás construyendo o demoliendo algo, estás siendo más o te estás degradando. Tené siempre en cuenta que el ser humano puede y quiere ser mejor, sólo que muchas veces está desorientado. Este instante es precioso; no lo desperdicies aislándote de los demás. No sos una isla. De mil misteriosas maneras estás unido a todos, al paisaje, al dolor del prójimo. Y no te olvides nunca de la belleza de los lirios del campo. Ésa es la palabra: buscá y gozá siempre, en todo y en todos de la belleza. Oculta o manifiesta. La meta es la belleza.
(de “Filosofía de Boliche”)
viernes, 13 de marzo de 2009
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