jueves, 2 de octubre de 2008

¡ MIRÁ LA FILOSOFÍA !

CHRISTIAN ARNSPERGER FILOSOFO Y DOCTOR EN ECONOMIA


Julio Sevares.
jsevares@clarin.com

La economía capitalista no es, al menos no solamente, un sistema de relaciones sociales o un ámbito de intercambio de bienes. Es una realidad existencial. Y en esa dimensión de la realidad hay muchas cosas que no funcionan bien, que conducen a las personas a una frustración sin salida. En esta línea reflexiona Christian Arnsperger, Doctor en Ciencias Económicas belga de la Universidad de Lovaina, dedicado al estudio de la filosofía de la economía, la ética económica y la economía institucional.Para Arnsperger las personas buscan, infructuosamente, satisfacer necesidades existenciales a través del consumo y la competencia, dos caminos que no conducen hacia el objetivo buscado. ¿Es un problema del sistema o de las personas? ¿Existen otros caminos más apropiados? Sobre estos temas se explaya, en perfecto castellano, el economista-filósofo, que visitó la Argentina para asistir a varios encuentros con economistas y empresarios y a presentar su libro "Crítica de la existencia capitalista", editado por Edahsa.

P: ¿Qué significa que la economía es una cuestión existencial?

Las cuestiones más importantes relativas a la economía muchas veces no son cuestiones económicas, sino existenciales; o sea, la economía es un lugar en el que se puede vivir la búsqueda del sentido de la vida. De hecho es un lugar más, en el cual se busca, para bien o para mal, el sentido de la vida. Es decir, no se busca dinero por sí mismo, sino para lograr algo más, para desarrollar un sentido existencial.

P: Algo que no es de lo material.

Creo que sí. Porque el capitalismo no es materialista, es un intento espiritual. No en el sentido religioso solamente, es espiritual en el sentido de tratar de superar la materialidad. El problema es que en la vida económica tratamos de superar la materialidad del cuerpo, del disfrute, con la fabricación y la distribución de cosas materiales y eso nos lleva a una frustración. Después de esa búsqueda, siempre queda esa impresión de que falta algo.

P: Es decir que tratamos de lograr una completud, de llenar un vacío existencial con la acumulación de objetos, con el consumo.

Exactamente. Yo pienso que el sentido profundo de la vida es tratar de llenar este hueco. No soy de los que dicen: Es imposible, el hombre tiene que aceptar la finitud de una vez por todas, no tiene otra salida. Pero sí creo que esa manera económica, capitalista, de tratar de llenar el hueco no funciona. Todas las tradiciones espirituales plantean esto. Pero lo notable es que el capitalismo actual se presenta como una nueva forma de espiritualidad errónea y creo que es urgente replantear ese tema, esa frustración.

P: Una corriente de interpretación, como la de Weber, sostiene que para el protestantismo, al menos para una parte del mismo, es posible la realización personal y espiritual a través de la participación en el mundo de la economía.

Así es, pero la parte más oriental y latina del cristianismo no siente de esa manera. La idea de que la salvación pasa por el mundo está mucho menos presente en el cristianismo ortodoxo y católico que en el protestantismo. En el catolicismo hay una idea de que tenemos que estar en el mundo pero no ser del mundo. Y mientras en el protestantismo hay una valoración del enriquecimiento, en el catolicismo impera más bien una valoración de la pobreza. pero de una pobreza elegida.Y en el capitalismo hay pobreza pero no elegida. ¿Cómo ubicarse ante ese problema?
Esto es muy importante. El capitalismo produce pobreza, miseria. Una pobreza espantosa. ¿Por qué? Porque la gente que genera la riqueza pone adentro de esa riqueza tanto sentido existencial, es su razón de vivir, que no quiere compartir eso.

P: ¿Compartir es como resignar una parte de la vida?

Exactamente. Tanto el cristianismo como, por ejemplo el budismo, están a favor de una pobreza elegida. Es algo completamente diferente de la pobreza inevitable. La pobreza elegida supone que dejamos de lado la búsqueda de completud a través de lo material. Y fíjese, uno ve gente rica que en realidad son pobres: son pobres ricos. O ricos pobres. Somos cada vez más pobres espiritualmente y psicológicamente porque esa huida hacia adelante nos empobrece, porque esa lógica de llenar el vacío con el consumo no da lo que promete.

P: ¿Es una forma de alienación, de extrañamiento de la conciencia, para usar un viejo término?

Atención, porque el concepto de alienación presupone que yo como filósofo, no estoy sujeto a esa alienación, y que por lo tanto puedo ser conciente del problema y que conozco la verdad. Y entonces, como no alienado, se lo que es mejor o peor para la gente. Yo no estoy de acuerdo con esa posición. Pero, por otra parte, si suponemos que no hay alienación, tenemos que decir que todo lo que pasa es natural, y adoptar una posición fatalista o cínica. Por eso, aunque no podamos decir, desde una hipotética verdad, que es lo que es bueno o malo para unos y otros, creo que puede plantearse la cuestión: ¿es esta la manera justa de vivir o no? Y también creo que si la actitud ante los problemas existenciales fuera otra, si no se buscara en el consumo o la competencia la respuesta a esos problemas, no habría tanta desigualdad, tanta violencia económica, tanta destrucción de vidas.

P: Otra de las dimensiones del problema existencial, que Ud. trata en su libro, es la de la alteridad, el tema de la relación con el otro.

En relación a eso creo que el temor de la muerte, de la finitud, y el temor del otro son dos componentes característicos y vinculados. Tememos que el otro viole mi esfera de existencia. Hobbes y otros en el liberalismo vieron a la desconfianza y el miedo del otro como una elemento central de las relaciones humanas y sociales. Por eso, en la concepción liberal, el sistema económico tendría que mantenernos a distancia. Un dicho francés dice, "tenemos que estar a mano y en paz". Y, de hecho, el sistema económico promete la separación de los seres humanos, pero no lo realiza. Por el contrario, hay una relación de violencia, de subordinación. En esta órbita entra el problema de la competencia. Por ejemplo, se sostiene que la competencia es una forma equilibrante relación, pero la lógica última de la competencia es destruir al otro. También se sostiene que triunfar en la competencia es prestigioso, pero compitiendo en lugar de obtener prestigio se obtiene odio. La lógica de la acumulación competitiva tiene algo contradictorio. No puede dar lo que se busca.

P: ¿Entonces Ud. plantea una crítica del capitalismo?

Sí, pero mire, mi crítica del capitalismo no es una crítica clásica, del tipo el sistema es culpable de todo. Creo que tenemos que hacer una crítica antropológica del capitalismo. O sea, nosotros somos los que le pedimos al capitalismo, o al sistema económico en general, que nos dé esta ilusión de satisfacción. En lugar de resolver nuestro problema de fintitud a nivel particular. El capitalismo es un sistema genial si sabemos manejar nuestro problema de finitud sin buscar la completud en el consumo o la competencia. Si es así, el capitalismo es el menos malo de los sistemas, como la democracia es el menos malo de los sistemas políticos.

P: Ud. plantea también el dilema del deseo de reconocimiento en las relaciones humanas.

Claro, ese deseo de reconocimiento es un punto central en las relaciones humanas. Un antropólogo francés, René Girard, trabajó sobre el tema del deseo mimético, sobre el hecho de que hay, claramente, un aspecto especular en la mirada del otro. El caso es que buscamos en ese otro un reconocimiento que nos cubra el vacío. Pero, como sucede con la búsqueda a través de los objetos materiales, esa búsqueda conduce a la frustración, porque el otro no me puede dar la infinitud.

P: Yendo a algo más concreto y reciente. Las sociedades de los países de Europa del Este que salían del socialismo se lanzaron hacia el capitalismo en busca de un mundo mejor. ¿Cómo ve este fenómeno desde su sistema?

Creo que el problema con los países del Este, es que el modelo marxista que trataron de desarrollar es tan materialista como el capitalismo. Si creemos que el hombre es un productor o trabajador que vive de la materia, el marco existencial es el mismo. Salvo que el capitalismo funciona mejor en el aspecto productivo y genera más oportunidades, más ilusiones. O sea, esa búsqueda de los países del Este no es una sorpresa en sociedades que vienen de un sistema económico planificado económicamente, pero que nunca promocionó el desarrollo de una trascendencia no materialista. Además promovió una trascendencia espiritual en forma autoritaria, a través del dogma.

P: Entonces, ¿que se puede hacer para elaborar esa angustia constitutiva adentro del capitalismo?

Eso todavía no lo termino de escribir. Lo único que puedo decir por ahora es que no va en la dirección clásica de la militancia de izquierda porque creo que además de una militancia política, lo que necesitamos, y esto no suena muy moderno, es volver a prácticas al estilo de los ejercicios espirituales, para desconectarnos de la búsqueda del sentido de la vida a través de la riqueza, o del reconocimiento del otro. O sea, tendremos que encontrar un equilibrio entre el activismo político y lo que yo llamo el activismo existencial, que es trabajar sobre sí mismo, pero no para desarrollar una pequeña esfera individualista sino para crear ejemplos de una vida post-capitalista posible. Yo pienso que el sentido profundo de la vida es tratar de llenar el hueco existencial y que procurarlo a la manera económica capitalista conduce a la frustración. Todas las tradiciones espirituales plantean esto.


Copyright Clarín, 2008.

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