lunes, 16 de julio de 2007

TANGO

Me decís que el tango es música de viejos. Y no sabés cuánta razón tenés. Quizá no coincidamos en el significado que le das a la palabra “viejo”, pero tenés razón: es música de viejos. Yo te podría decir “y a mucha honra” si adoptara la actitud desafiante de un pibe, pero como (a mucha honra) soy viejo, no estoy tentado de hacerlo. Te podría argumentar que el tango es el sonido nuestro, el que realmente nos distingue de los demás, pero pienso que eso no es un mérito demasiado importante. Porque el tango es mucho más que una nota de color argentino, un motivo para promover el turismo, para divertir a anglosajones incapaces de sentirlo. Porque para conocer al tango es necesario haber sufrido, haber sentido la vida intensamente y esa riqueza no suele estar en el equipaje de un turista. Ni en el alma de un adolescente. En otras palabras: sos muy chico. Todavía te falta mucho para reconocerte en el tango. No tenés aún nostalgia, ni tuviste desengaños, ni te importan tus raíces. Todavía no sabés quien sos ni te interesa averiguarlo. No es que te recrimine algo, por el contrario; quizá te tenga envidia porque te falta tanto por descubrir. En pocos años nomás comenzarás a mirar a tu alrededor, a darte cuenta que existe el dolor, que hay cosas que recién después de perdidas se reconocen como amadas. En otras palabras, que la vida es mucho más hermosa, misteriosa y apasionante de lo que imaginabas y sólo ahí, sólo en esos momentos, comenzarás a sentir el tango, a ser viejo, y con suerte, a ser más humano, más humilde y hasta mejor persona.

(de “Filosofía de Boliche”)

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