“…cuando contemplo y medito sobre todas estas repúblicas que hoy florecen por ahí, no se me ofrece otra cosa —séame Dios propicio— que una cierta conspiración de los ricos que tratan sus intereses bajo el nombre y título de república. En efecto, discurren e inventan todos los modos y artes para, en primer lugar, retener (sin miedo de perderlo) todo lo que acumularon con malas artes; después de esto, para adquirir aún más, con el trabajo y fatiga de todos los pobres por un mínimo precio abusando de ellos. Estas maquinaciones, tan pronto los ricos decretan que se observen en nombre del pueblo, se hacen leyes…”
(Utopía, libro II)
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