ABBÁ – LA NOVELA
EL HERMANO MAYOR
“Él contestó a su padre: “Hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste ni un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. Pero llega este hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitutas, y tú le matas el ternero cebado.”
Parroquia Sagrada Familia, mayo 2000.
Querido Benjamín:
Habrás notado que en el encabezamiento de la carta figura solamente el mes y no el día. Ésa es una pequeña trampa a la que me acostumbré desde hace un tiempo, dado que nunca sé cuánto va a pasar hasta que la eche al correo. Espero que el siglo XXI cuando llegue (¿en USA también comienza el 01-01-2001?) me siga viendo escribir cartas como ésta. Como las antiguas, las de siempre, esas con estampilla —a falta de estampilla se puede admitir la máquina timbradora— esas que te obligan a salir a la calle para ir al correo, saludar a las vecinas que barren la vereda y aprovechan para encargarte intenciones para las misas o te piden que les bendigas una estampita. Sistema sumamente ineficiente, pero que sin embargo te hace salir de la cueva presidida por una computadora que dice conectarte con todo el mundo mientras te aísla del vecino de al lado. Bueno, no me hagas caso, que hablo sin demasiado conocimiento de causa y por ahí lo que quiero hacer es refregarte en la cara mi subdesarrollo, resentido porque elegiste el primer mundo y me duele tenerte tan lejos. Al fin y al cabo, creo que —y por eso me hice cura— Dios está en todos lados. Hasta en el primer mundo si te descuidás. Fuera de broma, no creo que el E-mail o cualquier otro chirimbolo que puedan inventar en los próximos días, hace un tiempo hubiera puesto “en los próximos años”, permita que uno se siente, piense y reencuentre recuerdos o sentimientos que se arrastran desde la infancia, reflexiones que se van elaborando al correr de la pluma. Otra expresión idiomática obsoleta. Porque la verdad es que —yo también— te escribo desde una computadora, si bien se nota que fue pensada para otra cosa. Con decirte que apenas escribí la fecha y el encabezamiento, apareció en la pantalla un dibujito tipo Walt Dysney que me sale diciendo: “Parece que está por escribir una carta. ¿desea obtener ayuda?” ¿Te das cuenta? Me ofrece ayuda electrónica para escribir una carta. ¿Y que tipo de carta se puede escribir con una ayuda estandarizada? Seguramente que no el tipo de carta que se dirige a un hermano al que uno quiere y extraña. Otra más. Cuando comencé a teclear “Querido Benjamín” aparece arriba un decorativo recuadrito amarillo con el texto “Queridos papá y mamá”. Pero ¡dejame de embromar! El eficiente ejecutivo ocupadísimo con su trabajo de 9 a 17 les manda a los viejos (seguramente en La Florida y viviendo en un confortable alojamiento para la tercera edad) su periódica y electrónica carta tipo circular tecleada por vistosa secretaria y redactada conforme a lo que se considera “adecuado”. Nada de escribirle al padre diciéndole lo que nunca se le dijo, o a la madre repitiéndole lo que se le decía con tanta frecuencia cuando se era chico. De corazón a corazón. De la forma en que raramente nos comunicamos cuando estamos frente a frente y que tanto facilita la vieja, ineficiente y engorrosa carta tradicional.
Bueno, viejo, no me hagas caso. O en todo caso, interpretá mi diatriba como producto de una edad que me inclina a desconfiar de todo lo nuevo. Aunque yo creo que no es así, sino más bien una saludable resistencia a la deshumanización. Paso a contarte las novedades. Creo que la principal es que Isabel parece estar saliendo del pozo de tristeza y rencor en el que estaba. Vos la habías visto cuando viniste por el fallecimiento de mamá. Se ha hecho bastante compinche de Marta, se pasan recetas, salen juntas a mirar vidrieras y (mirá vos las triquiñuelas de Dios) discuten apasionadamente el argumento de una telenovela mexicana que las tiene pegadas a la pantalla una hora por día. Una de esos culebrones llenos de paternidades cuestionadas, hermosas doncellas pobres e inocentes que se enamoran de muchachos ricos pero buenos, familias que se oponen a la felicidad de los jóvenes, etc. La siempre renovada y eficaz receta. Bueno, lo concreto es que la veo más conforme, tal vez más feliz, tal vez descubriendo o atisbando su lugar en la vida.
En estos últimos días tuvimos bastante movimiento en la parroquia. Hubo una gran sudestada, lluvia, frío y como suele suceder, inundaciones. Acá —no sé si la llegaste a ver— tenemos cerca una villa (los habitantes prefieren llamarla “asentamiento”) Está en las orillas de un arroyito, pero no te imaginés un apacible paisaje campestre. Es sucio, normalmente tiene un escasísimo caudal de agua podrida, plásticos de toda forma y color, yuyos sospechosos y ratas muertas. De todas formas, con la sudestada el arroyito crece lo suficiente como para tapar las casas de la villa. Y la pobre gente tiene que salir sin tiempo para nada al frío, la lluvia y el viento, perdiendo la poca ropa, frazadas y colchones que tienen. Para peor, estas cosas suelen pasar de noche. Como siempre, se refugiaron en las escuelas de la zona, pero esta vez también aquí en la capilla. Vos sabés como somos los argentinos. Aquí como en todos lados es absolutamente previsible que sucedan los imprevistos. Y cada vez que ocurren nos sorprendemos y escandalizamos. Como no soy político y reconozco que me falta capacidad como para cambiar la mentalidad de la gente, sólo me animo a intentar que dentro de nuestra cultura subdesarrollada seamos algo más buenos. Porque además hay otras cosas. No te das una idea de lo que se aprende conviviendo unos días con esta gente. Están bastante bien organizados. Tienen un dirigente —él se define como “jefe político”— que, según dice, fue “plebiscitado” por los vecinos. No me preguntes por el mecanismo de la elección, porque no lo sé. Tampoco creo que me corresponda averiguarlo, aunque te diré que estuve tentado de preguntárselo. Lo que sí te puedo decir que el hombre me dio la impresión de ser querido por los vecinos y muy dedicado a buscar soluciones a sus problemas. Y además, pintoresco por donde lo mires. Como ya bajó el agua, hace dos días que la gente se volvió al asentamiento. Ahora estamos ocupados, ellos en arreglar sus casillas, y nosotros en limpiar y volver a ordenar esto. Desde aquí fueron para la villa algunos muchachos para ayudar. Te puedo asegurar que extraño el desorden de la gente entrando y saliendo del baño, los gritos de los chicos y también los de alguna que otra discusión entre los ocupantes de la capilla. En realidad nunca hubo problemas serios de convivencia. Lo poco que pudo ocurrir lo solucionó el jefe político con rapidez y discreción. Les hicimos una despedida con misa y desayuno de chocolate y facturas. Y aquí viene la otra gran novedad. El obispo vino a la parroquia, celebró la misa y donó el desayuno. Es una gran persona, además de un cristiano como Dios manda. Cayó de sopetón por la parroquia porque le habían ido con el chisme de que se había cedido la capilla para los inundados y con eso se le faltaba el respeto al Santísimo, porque “vaya a saber lo que hace esta gente en la casa de Dios”, y que se había metido la política en la vida de la comunidad, y que una cosa es donar dinero para ayudar a los pobres y otra es llevártelos a tu casa... y que se yo cuantas cosas más. Te aseguro que no me gusta hablar de esto porque me indigno cada vez que lo recuerdo. Para mejor, tengo una idea bastante aproximada de quienes fueron los de la denuncia. Estoy seguro de que entre ellos están Fulano, Mengano y Perengano... ¿Te das cuenta? Es para mí gente con nombre y apellido, que sigo viendo con frecuencia, atiborrada de sermones, algunos de comunión diaria, que se dicen cristianos y que actúan como si no hubieran entendido nada de nada. Pero también Judas jugó su papel en el plan de la redención. Pero mejor cambio de tema. El caso es que todo este asunto me sirvió para conocer mejor a mi obispo. Y lo pude ver no moviéndose en ambientes clericales o en círculos de poder sino entre los muy humildes. Se metió a la gente en el bolsillo (y a mí entre ellos)
Viendo los problemas de todo tipo que soporta esta gente, sentí remordimiento por los períodos de melancolía y autocompasión en que suelo caer. Como pienso que debe ser una tendencia familiar, aprovecho para alertarte ahora que estoy lúcido. Si en algún momento comenzás a sentirte acreedor de la humanidad, salí de vos mismo y hacé algo por otros que necesiten tu apoyo, tu comprensión, tu alegría o lo que sea.. Hacelo por amor, solo por amor, sin esperar que te retribuyan de ninguna manera. Vos creés en Dios, así que pensá en que Dios te ama y que le encanta que actúes así. Esa es la mejor terapia de autoayuda.
Chau, hermano. Un gran beso a Milena y hasta pronto. Y aquí viene la previsible e inevitable despedida sudamericana: ¿Cuando nos van a regalar un sobrinito?
Juan
Dobló la carta y la puso en el sobre. A la tarde tendría que salir para echarla en el correo. Tal vez antes de la misa. Tomó el libro que había estado leyendo, lo abrió e intentó fijar su atención en el texto. Le resultó imposible. Muy dentro, hacia el fondo de su alma algo no andaba bien, como fuera de lugar. Distraído, dejó vagar la mirada. La foto familiar, el crucifijo, la biblioteca... Él había leído todos esos libros, aunque no recordaba casi nada de ninguno. Si alguien le pidiera que dijera en tres palabras cual era el tema que trataba... por ejemplo éste: “Ética de la manipulación” no sabía. Era algo sobre bioética, pero nada más. No sabía. Tal vez en el fondo de su memoria, allá de donde es tan difícil recuperarlo, estaría el recuerdo. En algún momento, y sin previo aviso, sin motivo aparente acudiría la idea, difícilmente la fuente. O tal vez el sentido de lo leído se había perdido para siempre. Cosas de la edad. O pérdida de entrenamiento para el estudio. Sí, la edad. Por eso era que Ricardo podía recitar párrafos enteros de Santo Tomás, de los santos padres o recordar capítulos y versículos de cualquier parábola. Aunque después no las aplicara en su vida. Sentía crecer dentro de sí el resentimiento. Él le había ofrecido todo, su tiempo, su pobre experiencia de pastor sin ningún cálculo. Sí, es posible que esa experiencia no sirviera para nada, que fuera inaplicable por obsoleta e inútil, al fin y al cabo él era un fracasado. Siempre lo había sabido. Pero fue el obispo quien se lo pidió. Y él no puso obstáculos. Fue espontáneo, quizá ingenuo. El pago fue la deslealtad, la intriga con los fariseos de siempre para desacreditarlo, para mostrarlo como un viejo imprudente, impulsivo y rancio, que se dejaba engatusar por políticos de barrio, un viejo mendigando aceptación, deseoso de quedar bien aunque pusiera en juego la dignidad de la iglesia. Un anciano que usaba su parroquia para conseguir amigos, para combatir la soledad. Entonces supo qué era lo que estaba fuera de lugar. Era él y su rencor. Lo conocía de mucho tiempo atrás. No lo visitaba muy seguido, pero estaba, bien escondido y esperando el momento. Y siempre acompañado por el otro fantasma, la pérdida de la fe, el vacío, el vértigo de la nada. Rezó sin palabras, sin pensamientos y sin sentimientos. Sólo apretó la cruz de su rosario hasta sentir dolor. Si Dios estaba en algún lugar fuera de su imaginación, Él sabría entender.
lunes, 5 de enero de 2009
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