No sé si existe el verbo del título, pero si todos inventan palabras, yo también tengo ese derecho. Sucede que desde hace tiempo me preocupa el mal manejo, la absoluta falta de dominio del eufemismo que se percibe aún en las capas más ilustradas de la sociedad. Si bien entre los adultos el problema es grave y ocasionalmente lleva a serios conflictos diplomáticos, es en los adolescentes entre quienes ese déficit educativo causa estragos. Pienso que si se agregara al plan de estudios quizá en los primeros años del secundario la materia “Eufemística”, se les evitaría a los educandos un sinnúmero de problemas. Tomemos un ejemplo: el jovencito usa por primera vez el auto del viejo. Como corresponde (ya que ese primer contacto con el deporte automotor debe ser clandestino) carece de registro de conductor, cédula verde, último recibo de patente, etc. Si al ser interceptado por un guardián del orden le dice: “¿Y cuánto me sale la coima, loco?” en vez de —como quien piensa en voz alta— decir: “Y esto… ¿Cómo se podría arreglar…?” es muy probable que termine en un calabozo en lugar de llegar a un feliz entendimiento con el uniformado y ¿por qué no? ganar una nueva amistad. En otras palabras: la manía de llamar a las cosas por su nombre es uno de los defectos socialmente más perjudiciales de esa conflictiva etapa de la vida.
Hay algunos trucos que, sabiamente usados, permiten esconder púdicamente el sentido de lo que se dice (aunque no tanto como para que no se entienda claramente)
TRUCO 1: Aludir a cosas feas mediante palabras lindas: Para no mencionar lo que a nadie le gusta oír, use una palabra que, si bien literalmente no tiene ninguna relación con la prohibida, todo el mundo entiende a cuál remplaza. Por ejemplo: “Desprolijidad” por “Afano”, “Desprejuiciado” por “Inescrupuloso”, “Temperamental” por “Mal educado”, “Carismático” por “Político-ignorante-con-poder”, etc.
TRUCO 2: Uso adecuado del diminutivo: Obviamente, no es lo mismo desayunar con ginebra que tomarse una “ginebrita” a las 7 de la mañana. Es evidente que esto último se hace al solo efecto de quitarse el frío. Si Ud. es cirujano, al explicarle al paciente (desnudo, acostado, atado e indefenso) qué le está por hacer, le dirá: “Quédese tranquilo, Don Rodriguez, que ahora le vamos a dar un “pinchacito” (o un “tajito”, un “transplantecito”. o una “amputancioncita” según corresponda)
TRUCO 3: Sistemático empleo de perífrasis (circunlocuciones): De ese modo evitará la palabra traumática. Diga por ejemplo: “interrupción del embarazo” “excedido de peso” o “escaso de talla” en lugar de aborto, gordo y enano respectivamente. Con un poco de práctica, ese tipo de lenguaje le saldrá con absoluta naturalidad.
TRUCO 4: Hacer la cosa científica: Si a Ud. le sacaron los muebles a la calle, sus nenes lloran pidiendo la leche y su mujer lo cambió por un sándwich de milanesa, al pedir limosna no diga que se muere de hambre sino que tiene sus “necesidades básicas insatisfechas”, o mejor aun sus “N.B.I.”
Seguramente este listado no agota la gama de recursos eufemísticos, pero hay que tener en cuenta que en mi educación también faltó trabajar un tema tan complejo y que he tenido que solucionar ese déficit mediante una laboriosa tarea autodidáctica, que necesariamente ha dejado algunas lagunas en mi formación. ¡Qué joder!
(de "Filosofía de Boliche")
viernes, 18 de enero de 2008
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