martes, 26 de junio de 2012

EL MAGNIFICAT

El tono de la despedida de Lugo señaló con precisión el punto, tan difícil de sortear, entre el sacerdote y el político. Llamó a la Paz y a la Unidad. Y se puso al servicio de su pueblo. Dicho esto en el tono amable que correspondía a este tipo de mensaje. Todo eso está muy bien. ¿Quién puede estar en contra de la Paz y de la Unidad? La objeción consiste en que este discurso no se diferencia en nada de los que estamos acostumbrados a escuchar de cualquier Episcopado Católico cuando se roza el tema político. Pero también es cierto que hay en el mensaje cristiano un valor que suele obviar la jerarquía en sus documentos y es el de la Justicia. Dijo Monseñor Romero en una oportunidad: “Si atiendo a los pobres, me dicen “santo”, cuando trabajo para eliminar las causas de la pobreza, me dicen “comunista”. Y lo mataron. Ahora lo podemos considerar “mártir” sin demasiados problemas. Total, ya no molesta. Y el asunto de la Justicia es algo peliagudo. En un país como el Paraguay donde el 82% d la tierra está en manos del 2% de la población, no se puede hablar de reforma agraria impunemente. Apelar a la conciencia de los terratenientes está muy bien, pero no basta. Es más que probable, diría que inevitable que éstos se resistan a esa reforma con todo el arsenal del poder que disponen. Quizá, no lo puedo descartar, alguno de ellos ceda en algo. Al fin y al cabo conseguir tantas hectáreas de tierras fiscales sólo requirió haber sido amigo de Stroessner. Pero la inmensa mayoría no. Estos usarán a la prensa (que les pertenece), al dinero acumulado (la soja pide tierras, no gente) a los sicarios que puedan alquilar y a los jueces que puedan comprar, para echar a esos ilusos guaraníes que cuentan solamente con su familia y sus ganas de trabajar. Leemos en el evangelio de Lucas y dicho por María, la madre de Jesús “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes, A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (Lucas, 1:52-53) Y nadie puede acusar a la Virgen de propiciar la violencia. Y en otra parte se lee en Lucas “¡Ay de vosotros, los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre!.(Lucas, 6:24-25) Como católico me sentiría orgulloso si el episcopado paraguayo, así como le pidió a Lugo que renuncie para evitar violencias, sea tan categórico como Lucas para condenar la avaricia y la hipocresía de los dueños de la tierra que se apoderaron de la presidencia del país. Y también que aliente y apoye a los que arriesgan su vida por una mayor justicia.

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