lunes, 9 de enero de 2012

LA GAUCHADA

En cualquier lugar del mundo, se conoce el don de prestar ayuda. Pero tal vez en ningún sitio se practique tanto como entre nosotros.
Es así como esta natural condición humana adquiere para el porteño una importancia que está directamente ligada a sus valores más intrínsecos.
A tal punto que fue necesario inventar la palabra “gauchada”, que lo delimita en su geografía externa e interna y además tiene mayor significado y diferentes connotaciones que cualquier palabra sinónima.
Si trato de buscar el equivalente de la palabra “gauchada” en el correcto castellano, no lo encuentro.
Servicio, me suena a beneficio que se otorga a cambio de algo.
Favor, tiene algo de petulante para quien lo hace y algo de humillante para quien lo recibe.
En cambio “gauchada” es la ayuda incondicional y franca, aderezada con los valiosos ingredientes de la amistad desinteresada, que hace sentir como un rey a quien la otorga y como un duque a quien la necesita.
Cuando un porteño está en apuros, lo primero que hace es pensar en un amigo. Jamás se le ocurriría salir solo del brete. Recapitula mentalmente cuál —entre todos— es el amigo que está vinculado a su problema y con mayor posibilidad de solucionarlo.
Cuando se le enciende la lamparita, exclama... ¿Ya sé!... ¡Fernández!... Y sale presuroso en busca de Fernández, que lo escucha y cuando se da cuenta de que no puede hacer nada, le promete a su vez llevarlo a ver a García, que a su vez tiene amistad con Pérez... Y así, en una cadena de “gauchadas” y amigos, se va llegando al final de la cuestión.
Nuestro porteño, vuelve a los cauces naturales de su vida cotidiana, con la hermosa sensación de haber recibido una “gauchada”.
Y Fernández, García y Pérez, chochos de haber cumplido con un rito nacional, que le otorga un sello de distinción aristocráticamente porteño.
“Hoy por ti, mañana por mí” es un refrán largamente cultivado por nosotros.
La “gauchada” tiene la virtud de poner en movimiento la solidaridad, el aliento fraterno.
Es como un solcito mañanero que despunta entre la niebla de las preocupaciones.
Y la mejor manera de probarnos que nadie está absolutamente solo.

Eladia Blázquez
(de “Buenos Aires cotidiana”)

No hay comentarios: