miércoles, 14 de diciembre de 2011

CHASCOMÚS (primera parte)

Martincito llegó con los ojos brillosos, contento. Al mismo tiempo, miraba con una expresión insegura, casi como pidiendo disculpas. Le costaba creer que ese pequeño triunfo no fuera a terminar en una frustración como tantas otras veces. Me extrañó verlo. No solía venir a casa tan temprano, a menos que tuviéramos que hacer juntos los deberes.
-¡Ya está! ¡Tuve que cortar todo el pasto y podar el cerco, pero al final papá me dejó…!
-¡Bárbaro Martincito! Vas a ver que la pasamos fenómeno. A mí tampoco me pusieron problemas. Mamá me dijo que está muy bien, que vaya y que me divierta… Ahora está buscando una frazada vieja para hacerme la bolsa de dormir. De todas maneras, en Chascomús dicen que no hace frío. Además, vamos a ser tantos en esa carpa, que nos va a sobrar ropa.
Seguimos comentando, excitados, fantásticos planes para aquel campamento. Era el primero, tanto para Martincito como para mí y la perspectiva nos resultaba apasionante. Como toda nuestra vida: once años sin ayeres, de luz intensa, perfumes fuertes y colores vivos.
Mamá revisaba, remendaba y preparaba ropa. Papá llegó ese día algo tarde. En la cena, como al pasar y mientras desgranaba prolijamente un choclo, comentó: ¿Así que te vas de campamento…? A ver si te lavás las orejas de vez en cuando… (me había sonreído; yo sabía que la pequeña reconvención era su forma de decir que le gustaba) Lo miré y también sonreí. Sentía un calor agradable, casi un dolor en el pecho.
“Quedate tranquilo, papá. Vas a ver que bien me voy a portar. No me voy a pelear, voy a jugar sin romper la ropa… ¿Sabés? ¡Nos vamos a cocinar nosotros mismos…! Hay una cacerola grande para calentar la leche a la mañana —antes tenemos que prender el fuego— La olla hay que lavarla muy bien porque la usamos después para hacer la polenta o los fideos o el arroz… ¡No…! Nos turnamos… Vamos a hacer (bueno; Tomás o García van a hacer) grupitos de dos o tres chicos y un grupo por vez va a cocinar. Uno de los grandes nos va a controlar para que no hagamos macanas. García nos explicó que mientras un grupo hace la comida, otro limpia el campamento… A mí me gusta más cocinar, sobre todo juntar leña y prender el fuego. ¿A vos qué es lo que te gustaría más…? Vas a ver: todos los días me voy a lavar bien las orejas y las rodillas…”
II
Estamos en rebeldía, cabizbajos, mascullando insultos. Sentados en los troncos y en el piso, la mirada perdida en el suelo o en la laguna y cada tanto echando un vistazo de reojo a la carpa chica. Allí se cocina algo gordo. Aunque los dos hablen en voz baja, cuchicheando, seguro que pasa algo. Porque algo tiene que pasar, así no se puede seguir. Como si todo eso no le importara, el tiempo está bueno, sin nubes y bien caluroso, casi lindo. El barro empezó a secarse, así que aprovecho para limpiar con un cuchillo las alpargatas que ya pesan como un kilo cada una. García y Tomás se metieron en la carpita hace una hora y pico; por mí pueden quedarse para siempre. Lo que hagan es cosa de ellos. Y que conste que a mí me gustaba el campamento, me gustó de entrada. Eso de estar cómodo todo el día, sin tener que cuidar la ropa ni bañarse con jabón, comer sentado en un tronco de eucalipto, pasar la noche en una carpa, acostado en el suelo junto a otros quince chicos, meterse en la laguna con el barro chirle escurriéndose entre los dedos de los pies, prender el fuego, cortar leña: eso era vida. Pero Tomás lo estropeó todo. ¿Quién se piensa que es? Como recién salió de la colimba, se cree que sabe dirigir un grupo. Se colgó un pito del cogote y por cualquier tontería, pitazos y retos y salto rana y buscar petróleo. El estúpido de García lo dejó hacer y no se metió hasta que Tomás se pasó de la raya. El único que se le animó fue Guillermo. ¡“Hijo de puta”! le dijo en la cara. Estuvo fenómeno. Tomás se puso pálido y casi le pega. Guillermo lo enfrentó: quería agarrarse a trompadas, sus 12 años contra los 20 del milico. Hizo lo que nos hubiera gustado hacer a todos si hubiéramos tenido huevos. “¡Te vas a casa ya mismo…!” le dijo el nazi. Ahora Guillermo ya está cambiado, la cara congestionada y los ojos brillantes de rabia. Se puso sus pantalones largos, tiene preparado el bolso y está esperando que lo lleven a la estación del tren. Todos nosotros lo rodeamos. Poco entrenados en rebeliones, desconcertados y sin tener una idea clara de cuál era la actitud más digna, nos limitamos a solidarizarnos con nuestro líder, flamante y efímero.
Después se habló de “Ponerle una bisagra a la historia” o algo así. A ese asunto de la bisagra yo lo conozco bien: Lo viví a los 11 años en una orilla barrosa y solitaria de la laguna de Chascomús. Cuando García y Tomás salieron de la carpa chica conversando amigablemente (supongo que era por la imagen, porque lo que pasó adentro no debió ser muy amigable) sin nosotros saberlo ya estábamos en la otra hoja de la bisagra. El primer cambio que se notó fue que desde aquel momento el que nos hablaba, con su voz afónica y pausado acento mendocino, era García. Dejando bien en claro que el dirigente a cargo era él y restando importancia a peleas y sanciones del régimen anterior, nos propuso un concurso de pesca en la laguna para el día siguiente. Lo hizo con su mano apoyada en el hombro del indultado Guillermo. Tomás se dedicó muy concentrado a reavivar el fuego con un palo para hacer unos mates. Diego (en aquel campamento se reveló como un chupamedias) sin darse cuenta de que el sol ya no calentaba en esa vereda, se ofreció a traerle leña. Tomás se lo agradeció con un gesto —medía cada palabra— y después no habló más.
A partir de la reunión en la carpita, el campamento fue otra cosa. Después de cinco días de tiranía con sus colaboracionistas, su héroe y sus borregos adocenados y sumisos, vino la rebelión. Después otros cinco días de libertad donde no hubo lugar para obsecuentes ni para sentimientos de culpa ni se hacían necesarios los mártires y las rebeliones. Porque se trataba sólo de disfrutar de los amigos, de la vida y de las aventuras compartidas. En Chascomús todos tuvimos la oportunidad de vivir en carne propia una alegoría que nos hizo pensar.
(continuará)

No hay comentarios: