viernes, 25 de febrero de 2011

LA PATRIA

El dictadorzuelo latinoamericano, parado en la caja del camión verdeoliva, las manos en jarra, recio, marcial y definitivo, inspiró profundamente. El frío y patagónico viento del desierto le llenaba la cara de alfilerazos. Como quien culmina una arenga, la mirada lanzada al horizonte lejano y brumoso, exclamó con voz ronca, viril y acostumbrada al mando: "En estas soledades se siente de verdad a la Patria ...!!!" (y le pareció que sonaba muy bien)

El periodicastro deportivo miraba la ceremonia de los himnos antes del partido. Con el tono sutilmente prepotente que usaba para editorializar sobre cualquier cosa comentó: "Repetidas veces hemos manifestado nuestra oposición a este tipo de ceremonias. Se va a jugar nada más que un partido de fútbol; la Patria nada tiene que ver con esto !" (y se sintió muy rebelde e inteligente)

El pobre civilacho acostumbrado a perder, con más preguntas que certidumbres y cuyo único vicio consistía en leer de reojo el diario en el tren, tuvo otro motivo de desaliento. La Patria estaba muy por encima de las cosas que a él le interesaban. La señora de la poca cintura, gorro frigio y pecho al aire no estaba para lo cotidiano. No debía ser molestada a menos que se inaugurara una usina, o mucho mejor aún, una guerra. Era más aficionada a los clarines que al acordeón, a las cumbres nevadas que a la tribuna, al Unimog que al 60. En otras palabras, tanto el uniformado de voz cascada como el repelente de la corbata psicodélica le confirmaban una vieja sospecha. Él era prescindible, estaba de más, sobraba.

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