miércoles, 13 de febrero de 2008

RECUERDO

Yo tendría cuatro, quizá cinco años. Estaba en la casa de mi infancia, de pie y mirando serio y concentrado a mi papá quien, dándome casi la espalda y sentado en el suelo, remendaba el revoque de una pared. Qué circunstancias rodeaban e esta escena, no lo sé. No sé incluso si fue todo vivido o soñado. Lo cierto es que aún ahora, tantos años después, ese recuerdo me entibia el corazón. Seguramente yo estaba en silencio. Es posible que él me explicara cómo se prepara el revoque, tal vez me contara algo… Sé que yo no necesitaba decir nada ni hubiera podido hacerlo. Allí estaba mi dios y me hablaba. Mi dios pequeño y por un momento cercano me hablaba a mí sólo; sereno, tolerante, quizá algo socarrón para no mostrar toda su ternura, me estaba diciendo —a su manera— que yo era un chico bueno, que estaba contento conmigo y que me quería. Con seguridad mis ojos estaban secos, aún no había aprendido a llorar de amor. Imagino mis manos unidas a la espalda y a mi corazón abierto hacia adelante, recibiéndolo a él, mi dios pequeño y querido.

------------------------------------------------------------------------------------
Mi nieto me llama. Camina con sus pasos vacilantes, señala algo, me exige atención. A veces me mira pensativo. Es probable que esté reclamando él también un momento que lo ayude a vivir. Un momento como aquél, cuando tuve a dios al alcance de la mano. El primero y más tierno recuerdo de mi niñez.

(de “Filosofía de Boliche”)

No hay comentarios: